En el momento en que escribía esto estaba mirando que había recibido cientos de visitas en mi última entrada con la búsqueda El cadáver de Lenin. Supongo que hay gente que está asustada y quiere ver si está muerto de verdad o no. Vaya a ser que les sorprenda cagando tan implacable asesino y les ponga en un aprieto. Algo creerán que han hecho, cada uno carga con su culpa oiga. De todas maneras Camps no tiene de qué preocuparse de la posible aparición del fantasma de Lenin, según el estado de sus cuentas en todo caso lo visitaría para que se adhiriese a la revolución.
Otros están más preocupados, ahora que el tema está en la palestra, en contarnos como fue el franquismo. Siempre es mejor hacerlo a tu manera que dejar que los demás investiguen por su cuenta y se creen su propia visión. Una visión que podría ser todo lo contrario de la que un buen español debería de considerar siquiera como suya. Los epígonos del franquismo han iniciado lo que podemos denominar La mayor epopeya Goebbeliana jamás pensada en un intento de salvar a sus antepasados del juicio de la historia. Si somos tolerantes con su afán revisionista no tardarán en contar los libros de historia que Franco ganó las elecciones de 1936 por el Frente Popular -enlazando su marketing con el presente- y que se vio obligado a luchar contra una horda de rojos golpistas, asesinos y malolientes que no aceptaron su gobierno. Todo un espectáculo.
Entre aquellos que dicen que no se puede juzgar al franquismo y los del juez de intachable carrera estamos apañados. Yo no digo que no sea una aberración condenar a un juez por intentar juzgar la dictadura, pero que no me vengan a escribir el cuento de Garzón, héroe de leyenda. Pregúntenles a todos los que han sido considerados etarras por ser vascos y de izquierdas a ver que opinan del héroe de turno.
Lo peor de todo esto es que son capaces, cada uno en su campo, de creerse ambas versiones. Este país continúa siendo una locura. En la antigüedad, los intelectuales de este país resolvían todos estos problemas con una solución fuera de toda duda: irse de España. Sin embargo hoy día la enfermedad se ha propagado y no somos el único país lleno de gilipollas a rebosar así que tendremos que inventarnos una solución desde aquí. De nuevo la pregunta que se hizo el líder bolchevique vuelve a nuestras cabezas: ¿Qué hacer?