No obstante, a la hora de analizar esta película, también podríamos partir de dos premisas quizá más obvias, pero no por ello, menos acertadas. La primera de ellas es que al ser humano le gusta que le cuenten historias, y aquí podríamos hacer un inciso para aludir sin mucho esfuerzo al papel del joven protagonista metido a literato (Ernst Umhauer como Claude) y compararlo con el de Sherezade en La mil y una noches, pues él es quien impulsa la acción y se convierte en el protagonista que cambia el devenir de la historia, adueñándose del papel de narrador reservado a su profesor (Fabrice Luchini), para convertirse en el auténtico héroe de una historia que él mismo inventa. Dicho lo cual, el único problema al que se deberá enfrentar el joven Claude es al de no caer en el morbo, pues eso le restaría originalidad y credibilidad a su faceta creadora. La segunda de las premisas a las que antes aludíamos, viene restringida a ese don de la curiosidad que tiene el ser humano, pero que mal utilizado se convierte en cotilleo sin más. Dice el refrán que la curiosidad mató al gato, y esa es la trampa en la que cae el hastiado profesor Germain que, cree ver en la redacción del inteligente Claude, todas aquellas cualidades que a él le faltaron para convertirse en un verdadero escritor. Ese halo o pulso que toda faceta creativa debe tener, es la que intenta fomentar Germain, pero sin llegar a darse cuenta que a su vez está cayendo en su propia trampa, porque igual que el gato se cae por la ventana, el acabará siendo la víctima de su particular invento.
La capacidad de observación tan necesaria en la literatura como en el cine, aquí se dan la mano gracias a la portentosa habilidad de Ozon que, sabe jugar con el espectador en cada una de las fases de la trama, sin tener miedo a la hora de echar mano de clichés tanto literarios como cinematográficos, y que acaban con un sincero homenaje a La ventana indiscreta al final de la película, en un extenso plano que resume a la perfección el espíritu de la misma, pues una vez más, nos ofrece la posibilidad de vivir durante ciento cinco minutos la vida de los otros.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.