Revista Cultura y Ocio

Frank O'Hara (1926-1966): Relato verdadero de mi charla con el sol en Isla de Fuego

Por Fruela
El Sol me despertó esta mañana, alto y claro, diciendo: “¡Eh! Llevo quince minutos intentando despertarte. No seas tan maleducado, sólo eres el segundo poeta al que elijo hablar en persona,
¿por qué no prestas más atención? Si pudiera quemarte a través de la ventana para despertarte, lo haría. No puedo quedarme aquí el día entero”.
“Perdona, Sol, anoche estuve hablando con Hal hasta tarde”.
“Cuando desperté a Mayakovsky se dio bastante más brío”, dijo el Sol, vanidoso. “La mayoría de la gente ya está en pie esperando que haga mi aparición”.
Intenté disculparme: “Ayer te eché de menos”. “Mejor así”, dijo. “No sabía que ibas a salir”. “Quizá te preguntes por qué me he acercado tanto…”. “Pues sí”, dije empezando a sentir calor, dudando si al final no me quemaría en cualquier caso.
“Francamente, quería decirte que me gusta tu poesía, veo mucha en mis rondas, y lo tuyo está bien. No serás lo mejor del mundo, pero eres distinto. He oído a algunos decir que estás loco, porque son, a mi entender, demasiado tranquilos; y otros poetas locos te consideran un aburrido reaccionario. Pero yo no.
Tú sigue a lo tuyo, como yo, y no hagas caso. La gente siempre se queja de la atmósfera, que si muy caliente muy fría muy clara o muy oscura, días demasiado cortos o largos.
Si un día no apareces pensarás que eres vago o que estás muerto. Tú sigue, me gusta.
Y no te preocupes por tu linaje poético o natural. El sol brilla en la jungla, ya sabes, en la tundra, el mar, el gueto. Donde quiera que estés lo sé, te veo moverte. Estaba esperando que empezases a trabajar.
Y ahora que aprovechas tus días, por así decirlo, incluso si nadie más que yo te lee, no te deprimas. No todo el mundo sabe levantar la vista, ni siquiera hacia mí. Les hace daño”. “Oh, Sol, ¡cuánto te lo agradezco!”.
“De nada, recuerda que estaré observando. Es más fácil hablarte a cielo abierto, no tengo que deslizarme entre edificios para alcanzar tu oído. Sé que amas Manhattan, pero deberías levantar la vista más a menudo.
Y abraza siempre las cosas, la gente la tierra el cielo las estrellas, igual que yo, generoso y con el sentido justo de la distancia. Esa es tu inclinación, conocida en los cielos, y deberás seguirla hasta el infierno si hace falta (que no creo).
Quizá hablemos de nuevo en África, por la que también yo siento predilección. Vuelve a dormir, Frank, y dejaré un poemilla en esa cabecita tuya como despedida”.
“¡No te vayas, Sol!”. Por fin estaba despierto. “No, debo irme, me llaman”. “¿Quién son ellos?”.
Alzándose respondió: “Algún día lo sabrás. También te están llamando”. Oscuro se alzó, y me dormí.
Traducción de Fruela Fernández

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