Director: Francois Ozon
De repente el tiempo se ha puesto bien helado (la punta de mi nariz siempre está deliciosamente fría), y eso que aún no llegan los meses más fríos; ni siquiera ha llegado el invierno aún. Por suerte tengo una cama donde cobijarme y un techo bajo el cual dormir. Imagino que será verano en la Copa Confederaciones de Rusia. Y por si fuera poco, hoy apareció una paloma muerta justo en mitad del pasaje en donde vivo, maldición, qué asco, repugnante. Alguien la habrá sacado porque acabo de ver por mi ventana y ya no está, y dudo que se haya levantado e ido, considerando lo muerta que estaba la maldita sucia. ¿De qué habrá muerto? Comprenderán que no iba a analizar el cadáver, de hecho ni siquiera me acerqué; es más, si no me enteraba, mejor. Supongo que la causa de muerte fue un ataque al corazón, un ataque cardíaco: mi madre dijo que estaba de espaldas con las alas abiertas, como Jesús. Gracias a Dios que no cayó en mi patio, o en mi techo. En fin, acá les traigo "Frantz" y yo hablando de palomas... A propósito, ¡con "Frantz" hemos terminado esta retrospectiva al cine de Francois Ozon! ¿Qué me van a dar de regalo? Una torta de chocolate no estaría mal...
"Frantz" quizás sea el trabajo más pulcro y sobrio de Ozon (él mismo dijo que era el más casto), en cierta forma el más solemne y sublime, el más grande y elevado. No sólo por su poderosa y preciosa fotografía en blanco y negro (a cargo de Pascal Marti), por esas hipnóticas imágenes cargadas de trágicas emociones y sentimientos, sino que por la perfecta capacidad de aunar en una sola entidad un drama intimista y un drama histórico; por explorar en las heridas aún abiertas y sangrantes de un continente a través de la indagación del dolor, del sufrimiento y la desolación de una simple muchacha alemana que aún llora la muerte de su prometido, un joven alemán caído en combate durante la Primera Guerra Mundial. La premisa argumental es ciertamente similar a la de "Une nouvelle amie", a saber: ambas parten de la muerte de un personaje cuya ausencia, o mejor dicho, cuya fantasmagórica presencia influye crucialmente en la vida de otros dos personajes unidos, enlazados por el desaparecido, que en este caso es Frantz, el sensible y atormentado joven alemán muerto en batalla. Los dos personajes son la prometida, Anna, que va a visitar la tumba de su amado todos los días, y Adrien, un soldado francés que un buen día también aparece dejando flores, lo que intriga y desconcierta a partes iguales tanto a los padres de Frantz como a Anna, quienes querrán saber más sobre Adrien y su relación con Frantz, qué historias comparten y esconden. Mientras se desarrolla esta parte de la historia, el ángulo intimista, con estos dos personajes conociéndose mientras intentan sobrellevar el dolor, algo de culpa (la inevitable sensación de culpabilidad), Ozon da un paso más allá y también introduce un personaje extra: el pequeño pueblo alemán que visita Adrien y en donde vive Anna y está enterrado Frantz, un pueblo con marcada y orgullosa animadversión a Francia, un pueblo furioso por la humillación que les ha caído encima, y luego vuelve a sorprendernos con otra vuelta de tuerca, pero ahí ya es mejor que ustedes se enteren por sí solos. Lo importante es que con esto Ozon ofrece un modesto y cercano, casi cotidiano retrato de una Europa devastada en su gente, sus tierras, sus ciudades, sus pueblos surcados transversalmente por heridas que sangran odio y violencia, marcados por cicatrices que ensucian y afean el paisaje, que ensombrecen las miradas, que lastiman las sonrisas. (Demás está mencionar el bien tratado mensaje anti-belicista).
Anna está decidida a resolver el fascinante misterio que rodea al igualmente atormentado Adrien, y la búsqueda que emprende no sólo transita por su propia historia, también lo hace por los fangosos terrenos de la memoria, de un Tiempo y una Época convulsionados por los brutales conflictos de los hombres. ¿Será el destino de un continente el mismo destino de dos seres unidos por algo que les pertenece sólo a ellos pero a su vez separados por un poder que los trasciende y empequeñece?
Ozon es un genio escribiendo y dirigiendo.
Brillante película.
Oh, bueno, y aparte de "Broken Lullaby", la película de Lubitsch con la que se le asocia, también podríamos emparentar a "Frantz" con "A Time to Love and a Time to Die" de Douglas Sirk, por hacer confluir una historia íntima con la historia de un derrotado país en ruinas, y hasta ahí llegan mis referencias cinematográficas, aunque tengo un as bajo la manga: ¿sería muy audaz entablar un diálogo entre "Frantz" y la obra de Patrick Modiano? Ustedes me dirán, pues yo no he leído las obras más representativas del Nobel francés (Más allá del olvido y Dora Bruder sería todo lo que he leído de él). Y sólo para que lo sepan: la protagonista, Paula Beer, ¡tiene 22 años! Nació el '95, por Dios santo.
Como sea, no pudo terminar de mejor forma esta retrospectiva ozoniana. Cuando se pueda, veremos la que Ozon está presentando en Cannes. De momento, repito, me quedo con un exquisito sabor de boca gracias a "Frantz". Imperdible.