Franz y françois (françois weyergans)

Publicado el 17 enero 2010 por Ceci
“Si mi padre hubiese escrito una novela, no habría reaccionado de forma tan violenta. Mi opinión habría sido la misma, pero él habría dado muestras de una cortesía elemental: no habría hablado de mí como si estuviese a su disposición. Se habría inventado un personaje parecido a mí en el que yo habría encontrado rasgos de mi carácter, pero que no sería yo. Habría habido creación. ¡En lugar de eso, me encontraba formando parte de un documento más patológico que literario (al menos esa era la reacción de un paciente del doctor Zscharnak) actuando en el show Weyergraf Follies, donde hacía de hijo!”

Franz y François

François Weyergans

Durante las últimas semanas ha surgido más de una vez por aquí la cuestión de la proyección del lector o del crítico sobre lo leído y el riesgo de asignarle al autor de un texto referentes o, aun peor, intenciones que le son en realidad totalmente ajenas. Puede que termine por incurrir en esta entrada en ese error que tanto he criticado pero lo cierto es que, quizá porque tengo relativamente reciente la lectura de The Humbling del Sr. Roth, quizá porque no son pocas las reflexiones metaliterarias planteadas al final de esta Franz y François de Weyergans (Funambulista, 2009), o quizá porque esta historia gira de modo absoluto en torno a los intentos de un hijo por desprenderse del castrante yugo de su padre -exactamente igual que la reciente Indignación del de Newark-, lo cierto es que me da la impresión de que, al menos en lo que se refiere a esta novela, Weyergans viene a ser una especie de Roth a la francesa. Y no son estos los únicos paralelismos entre uno y otro. La inmensa carga judía de las novelas de aquel es sustituida aquí por un catolicismo ferviente, en tanto que los protagonistas de ambos –casi todos los de Roth; el François de Weyergans como mínimo- destacan por lo manifiesto de su sexualidad.

Sin embargo, allí donde Roth es preciso, vívido y entra por los sentidos, por así decirlo, Weyergans se resiente de cierto exceso de verborrea. Su prosa es más cerebral y estéril, un poco a la manera de esas chispeantes comedias francesas o de Woody Allen, cuyos inicios nos enganchan por su brillantez y agilidad, por la inteligencia de sus diálogos y el atractivo de sus personajes, para decaer irremediablemente en la segunda mitad. Y eso es precisamente lo que ocurre en esta historia que, disfrazada de la biografía de Franz Weyergraf, lo es en realidad de la educación intelectual y sentimental de su biógrafo, su hijo François. Es divertida e inteligente pero termina por resultar un tanto cargante, saturada como está de jerga psicoanalítica y remordimiento católico.