frases de "Django sin cadenas"

Publicado el 06 febrero 2013 por Libretachatarra

-¿Cómo te llamas?
-Django.
-Eres exactamente a quien buscaba.
En cuanto a ustedes, pobres diablos, según lo veo, en esta situación ustedes tienen dos opciones. Una: Pueden cargar al último Speck hasta el pueblo más cercano, que queda como a 68 kilómetros. Dos: Pueden quitarse los grilletes, tomar ese rifle, meterle una bala en la cabeza, enterrarlos a los dos bien profundo y mudarse a un área más “iluminada” de este país. La decisión es de ustedes.
¡Es un negro en un caballo!
¡Ah! Y recuerda traer al sheriff, no al Marshall.
Bueno, los comerciantes de esclavos trafican con vidas a cambio de efectivo. Un cazarrecompensas trafica con cadáveres. Brindemos. El Estado ofrece una recompensa por la cabeza de alguien. Persigo a esa persona, la encuentro, la mato, después llevo el cadáver a las autoridades. Ésa es la mejor manera de mostrar que se hizo. Le muestro el cadáver a las autoridades para demostrar que en verdad lo maté. En ese momento, las autoridades me pagan la recompensa. En fin, al igual que la trata de esclavos, es un intercambio de carne por dinero.
-¿Qué es una recompensa?
-Una especie de premio.
-¿Matas personas y te dan un premio?
-Ciertamente.
-¿Malas personas?
-Mientras más malas, mayor el premio.
Tú los señalas y yo los mato.
-Cuando lleguemos a la plantación, interpretaremos una escena. Interpretarás un personaje. Cuando estás interpretando, no puedes salirte del personaje. ¿Entiendes?
-Sí. No salirme del personaje.
-Y tu personaje es un valet.
-¿Qué es eso?
-Una manera elegante de decir “sirviente”.

-Señor Benett si usted es el hombre de negocios que me han dicho que es tengo cinco mil cosas que podrían hacerle cambiar de opinión.
-Pase y tomémonos una bebida bien fría.
¡Mi esposa estuvo todo el día haciendo treinta máscaras para ustedes, malagradecidos! ¡Y lo único que hacen es criticar y criticar!
-¿Qué te parece el negocio de cazarrecompensas?
-¿Matar blancos y que te paguen por eso? No hay nada como esto.
Pero ahora soy libre y tengo un arma.
-Digamos que un hombre quiere comprar un caballo… que necesita comprar un caballo. Va a la granja más cercana y le pide al granjero que le venda un caballo. ¿Y sabes qué le dice el granjero? El granjero le dice que no.
-Pues al carajo con esa granja. Le robo el caballo.
-Claro, pero eres ladrón de caballos. Y a los ladrones de caballos los cuelgan. Y eso sin mencionar que el caballo vuelve a manos de su dueño porque el caballo aún le pertenece. La necesitamos a ella y también un comprobante de pago.
-¿Pero si no quiere venderla, cómo la conseguimos?
-Permíteme ofrecerte un plan alternativo. El hombre llega a la granja, toca la puerta y no propone comprar el caballo, sino la granja. Y hace una oferta tan exorbitante que el granjero se ve obligado a aceptar.

No hay nada más bajo que un negro esclavista.
¡Sigan peleando, negros!
-¿Cómo se deletrea?
-D-J-A-N-G-O.
-La D no suena.
-Lo sé.
-Él no quiere comprar los negros que usted quiere vender. Quiere un negro que usted no quiere vender.
-No vendo los negros que no quiero vender.
-Bueno, no venderá a su mejor negro. Ni siquiera el segundo mejor. Pero el tercero, quizá no quiera venderlo, hasta que yo le haga una oferta tan tremendamente exorbitante que lo haga reconsiderar.
Caballeros, ya tenían mi curiosidad. Ahora tienen mi atención.
¡No se confundan conmigo! ¡Soy peor que cualquier blanco! ¡Mantengan la cabeza baja y los ojos bien lejos de mí!
-No te dejes llevar tanto por el personaje.
-¿Quieres que deje de actuar así?
-Sí. Deja de provocar a Candie. Te has metido demasiado en este personaje y nos van a matar a los dos. Y yo no tengo intenciones de morir en este maldito condado de Mississippi.
-No lo estoy provocando. Lo estoy intrigando.

Esa táctica es bastante retorcida pero es la esencia.
Si pago US$500 espero conseguir cinco peleas de un negro.
-Tu jefe parece novato en estos deportes sangrientos, como las luchas de negros.
-No. Es que nunca había visto a un negro ser despedazado por perros.
-Usted si está acostumbrado.
-Bueno, él es alemán... Yo estoy más acostumbrado a los americanos.
-¿Quién es este negro?
Señor Bola de nieve, si quiere saber mi nombre y el de mi caballo pregúnteme a mí.
-No entiendo porque debo respeto a este negro.
-Yo sí sé porqué. ¿Entiendes?
-Si, Señor. Entiendo.
No puedo creer que deje a un negro quedarse en la mansión. Si estuviese su padre...

-¿Donde está este amigo?
-Parado justo detrás de esa puerta. Prométeme que no gritarás.
Pero no olvidemos lo más importante en el deporte de las peleas. Y es un negro que pueda ganar las peleas. Ésa debe ser su primera, segunda, tercera, cuarta y quinta preocupación.
-Conoces a ese negro ¿cierto?
-¿A qué negro?
-No me digas eso, perra. Sabes a que me refiero.
-¿El que está en la mesa? No lo conozco.
-No lo conoces.
-No.
-¿No que?
-No, señor.
No quiero venderlo. Fue su ridícula oferta de US$12 mil que me hizo considerarlo. Usted posee el poder de la persuasión.
Es un hombre de medicina. Seguro le fascinará cuanto dolor los negros pueden soportar.
-¿Por qué lloras?
-Me asustas.
-¿Por qué te asusto?
-Porque asustas.

-Esos hijos de puta no vinieron a comprar a ningún luchador. Quieren a la chica.
-Stephen, ¿de qué diablos hablas?
-Te toman por tonto. No vinieron a comprar a ningún peleador. Quieren a la chica.
-¿Que chica? ¿Hildi?
-Si. A Hildi. Ella y Django... creo que se conocen.
-Acaba de comprar a Joe el esquimal.
-¿Ya te dieron el dinero?
-No. Aún no.
-Entonces no te lo darán. Estaba a punto de comprarte lo que vino a comprar cuando te interrumpí. “Gracias, Stephen. De nada, Calvin”.
-No entiendo. ¿Por que harían todo esto por una negra con la espalda arruinada que no vale ni US$300?
-Lo hacen porque el negro Django está enamorada de Hildi. Quizás sea su esposa. Pero no sé porque al alemán le importe ayudar a esos enamorados.
-Si es a ella la que quieren... ¿por qué todo esto con los mandingos?
-Porque no les prestarías tu atención por US$300. Pero por US$12 mil te pondrías bien amistoso.
Sólo tengo una pregunta. ¿Por qué no nos matan?
En el cráneo de los africanos, el área asociada con la sumisión es mayor que en cualquier humano o subespecie del mundo. Si examinan, este pedazo de cráneo aquí notarán tres marcas distintivas. Aquí. Aquí. Y aquí. Ahora, si estuviera sosteniendo el cráneo de Newton o de Galileo, estos tres hoyos estarían en aéreas asociadas a la creatividad. Pero éste es el cráneo del viejo Ben. Y en el cráneo de Ben, debido a los genes, estos tres hoyos están en el área asociada con servidumbre. Ahora, genio, admitiría que eres inteligente. Pero si tomara este martillo aquí y te abriera el cráneo, tendrías los mismos tres hoyos en el mismo lugar que el viejo Ben.
-En realidad pensaba en ese pobre diablo con el que alimentaste a tus perros hoy. D’Artagnan. Y me preguntaba... ¿que haría Dumas?
-¿Dumas?
-Alejandro Dumas. Él escribió “Los Tres Mosqueteros”.
-Por supuesto, Doc.
-Imaginé que sería un admirador al llamar a su esclavo como su protagonista. Me pregunto si Alejando Dumas hubiera estado ahí hoy... ¿qué hubiera hecho?
-¿Dudas que lo aprobara, eh?
-Sí. La aprobación seria al menos dudosa.
-¿Francesito de corazón blando?
-Alejandro Dumas es negro.
Normalmente le diría: “Auf Wiedersehen”. Como “Auf Wiedersehen” significa “Hasta que nos volvamos a ver”. Y como no deseo verlo otra vez, a usted, le digo “Goodbye”.
Hay una tradición aquí en el Sur. Cuando un negocio concluye, las dos partes se estrechan las manos como un acto de confianza.
Lo siento. No pude resistirme.
Son demasiados.

Tu negro culo es de lo único que se ha hablado en la casa grande por las últimas dos horas. Los muchachos no tuvieron una sola brillante idea sobre cómo matarte. La mayor parte de sus ideas tenían que ver con como joderte tus partes íntimas. Lo que parecería ser una buena idea. Pero la verdad es que cuando cortas las bolas a un negro tarda en desangrarse... Unos siete minutos más o menos. Más o menos. Entonces dije: “¡Mierda! Los negros que le mandamos a LeQuint Dickey la pasan peor que eso”. Y ellos igual dijeron: “¡Démosle latigazos hasta que muera. Que lo golpeen los mandingos. Alimentemos a los perros de Stonesipher!”. Me pregunté: “¿Que tiene de especial eso? Hacemos eso todo el tiempo. Maldición, los negros que vendemos a LeQuint Dickey la pasan peor que eso”. Así que no sé de donde, Miss Lara sacó la genial idea de entregarte a la minera LeQuint Dickey. Y como esclavo de LeQuint Dickey, hasta el día en que mueras, todos los días, estarás golpeando con una maza convirtiendo grandes rocas en pequeñas rocas. Y cuando llegues allí, te quitaran tu nombre, te darán un número y una maza y dirán: “Haz tu trabajo”. Si dices una palabra, te cortan la lengua. Son buenos en eso. No te desangraras. Eso sí que te vendría bien. Te darán latigazos, todo el día, todos los días, hasta que te rindas. Y te golpearán en la cabeza con un martillo e iras a parar a un hoyo. Y ése será el final de tu historia, Django.
-Oye, blanco. Dije: “Blanco”.
-Cállate negro. No tienes nada que decir que pueda interesarme.
-¿Quisieras ganar 11 mil dólares?
-¿Ganar qué?
Todos van a reunirse con Calvin en el cielo... Sólo que será antes de lo que esperaban.
Chicos negros les sugiero que se separen de los chicos blancos. Tú no, Stephen... Tú estás donde perteneces.
-Podrías decirle a Miss Lara adiós.
-¿Que haga qué?
-Dije, dile adiós a Miss Lara. Adiós Miss Lara.
Dios… ¡déjame matar a este negro!
Esto es Candieland, negro. No puedes destruir Candieland. Siempre va a existir Candieland.
-Hola, pequeña problemática.
-Hola, gran problemático.