Fraudales (Fraudes a caudales)
Me veo en la necesidad de crear un neologismo en el que quisiera condensar una larga y continuada historia de fraudes en nuestro país y no me refiero sólo a los electorales pues existen también fraudes de discurso, fraudes de promesas, etc etc etc. El Diccionario de la Real Academia Española lo define así:
Fraude Del lat. fraus, fraudis.1. m. Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete2. m. Acto tendente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros.3. m. Der. Delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos, o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos. Se repite que el fraude de ayer (30 de julio) fue el más grande de la historia contemporánea venezolana. Como ciudadana en desobediencia civil no estoy hipnotizada ni enfocada en este último acto ilegítimo siendo que lo desconozco por completo, como desconozco también a todas las instituciones del régimen y lo que salga de ellas. Sin embargo, me resultó inevitable comenzar a recordar nuestra historia reciente conectada a esta ya cansona palabra: Fraude. Me veo así en la penosa tarea de demostrar como todos hemos participado de esta historia fraudal (y vuelvo a usar un neologismo: fraudes a caudales). Considero que todos responsables, unos más, otros menos y trataré de explicarlo con simpleza. El día que usted y yo aceptamos ir a votar en elecciones sabidamente fraudulentas, dado por evidencias más allá de lo notable, como la existencia de un registro electoral viciado, lleno de personas inexistentes, comicios bajo la mirada y el control de un Consejo Nacional Electoral arrodillado al partido “oficialista” y éste a su vez arrodillado a los Castro, ese día cometimos todos los electores un fraude contra nuestra nación, contra la libertad, la transparencia y la coherencia. ¿Cuántas veces lo hicimos? Ya perdí la cuenta. El día en el que Maduro, ilegítimo para su cargo por doble nacionalidad, “ganó” por un margen tan pírrico como 1,49 % por ciento (Maduro 50,61%, Capriles 49,12%), en el contexto de las condiciones antes descritas y lo permitimos, además con la esperanza de vencer en regionales y comicios posteriores, también cometimos un fraude a la Nación, a la libertad y a la coherencia. Y aunque no es necesario decirlo lo diré: ¡Qué costoso ha sido esta auto-estafa! ¡Qué costoso cacerolear y hacer un salsazo nacional para drenar la arrechera! en vez de ejercer la presión suficiente para desconocer dicha ilegalidad.
Incluso con la victoria del 6D, ganando la mayoría de la Asamblea Nacional, también fuimos parte del fraude. Cada una de las veces que se votó se reconoció la legitimidad del régimen, cada una de las veces que se votó legitimamos un registro electoral pervertido y hecho a la medida de la dictadura, así como al secuestrado CNE. La victoria del 6D no duró mucho pues rápidamente ocurrió la destitución de tres magistrados, alegándose fraude en el estado Amazonas (ven que cansona la palabra). Hoy aquí estamos. El fraude asumido desde esta perspectiva, no es entonces sólo una patraña y una bajeza del régimen rojo. Nosotros hemos sido sus colaboradores y legitimadores. Pero mucha mayor responsabilidad tiene la clase política opositora (responsabilidad inherente al rol que asumieron) pues ha mercadeado con insistencia y casi testarudez la esperanza electoral bajo las circunstancias más infames. Lo han convencido de participar y respetar los resultados una y otra vez. Han insistido en que usted y yo votemos, y así nos hemos convertido en parte de esta larga lista de estafas que se cantan pero luego no se defienden. Nos han pedido que votemos en las circunstancias más oscuras y la mayoría ha dicho: Si. Es el lado azul del fraude rojo.Los dirigentes han mostrado durante años un gran poder de convencimiento y convocatoria para que el ciudadano siga sus lineamientos, y nosotros acomodados por mucho tiempo hemos tenido mucha dificultad para pensar por nosotros mismos y hacer nuestras propias matemáticas. Hoy el apoyo ciego ha cesado. Una sociedad se siente finalmente inconforme y comienza a cuestionar más allá de lo que le proponen. Aquella que se expresó con fuerza cuando la agenda del día cambió de trancazo de diez horas a dos, aquella que reclamó con energía y se asumió como su propio líder. Esta sociedad despierta de llama RESISTENCIA.Nació como un pequeño grupo que desde hace años nos invitaban a no participar de la legitimización electorera, denunciaban a una oposición política complaciente e insistían que la desobediencia civil era la vía regia para desconocer y derrocar a la tiranía. Fueron innumerablemente descalificados, acusados de jugar a favor del régimen por el simple hecho de criticar a la oposición, sus propuestas satanizadas. El pasar del tiempo parece haberles dado la razón pues hoy esa semilla del cuestionamiento se ha esparcido de muchas maneras. Hoy la desobediencia civil como vía está presente y validada en la mente de la mayoría de los venezolanos. Para terminar me despido con una advertencia. Si la dirigencia política volviera a invitarlo a participar en un proceso electoral con el canto seductor de ganar espacios, de vencer la trampa, etc, recuerde a dónde nos ha llevado ese camino con anterioridad; a lo sumo nos llevaría a seguir cohabitando con los que hoy masacran a nuestros hermanos; recuerde que sólo el hecho de participar en un proceso semejante legitima un registro electoral putrefacto y una institución secuestrada por el régimen. El voto no es la única alternativa. Votar deja un sabor dulce a democracia en el paladar, un sabor que dura un día o dos, pues en estas condiciones no se vota en democracia, es una ilusión momentánea. De hecho si lo pensamos fríamente, por más de 15 años ha jugado más en nuestra contra que a nuestro favor pues le ha puesto freno a la digna y coherente desobediencia, al desconocimiento de la ilegalidad y a la lucha no violenta contra la tiranía. La lucha no electoral ha comenzado y debe ser persistente hasta que alcancemos el objetivo: LIBERTAD. Sin libertad no hay democracia.
Cristina Barberá González. TwittearEnviar este artículo a tus seguidores