En una iniciativa antidemocrática que incauta la libertad periodística e ideológica de las televisiones y las radios privadas, el PSOE y el PP acordaron ahogar en las elecciones autonómicas y municipales de mayo a la jovencísima UPyD, porque podría robarles numerosos electores.
Entre tanto, mantienen incólume el poder desmesurado de las formaciones nacionalistas que pueden romper España con unos pocos electores de diferencia –recuérdese ERC--, inclinándose hacia quien les dé más poder.
Temen a Unión, Progreso y Democracia, UPyD, porque ese partido niega que los españoles sean diferentes según su origen geográfico. Porque defiende los intereses del ciudadano, no los de los caciques nacionalistas, peperos y socialistas, que controlan las autonomías y parlamentos con sus chantajes.
Otro partido supuestamente nacional, IU, también resulta perjudicado. Pero, aliado con los nacionalistas o de cualquiera que se ponga a tiro a cambio de bien pagados puestos públicos, sólo tiene intereses mercenarios.
PSOE y PP controlarán televisiones y radios públicas, y ahora también las privadas, a través de la Junta Electoral para que emitan programas políticos de acuerdo con los resultados de las elecciones de hace cuatro años, cuando UPyD casi no existía.
Ese partido, que tiene más militantes con sentido de Estado que cualquier otro, no podrá presentar sus programas en igualdad de condiciones.
Aunque dará un gran golpe el domingo, 3, con un mitin en la plaza de Vistalegre, Madrid, día y lugar habituales del PSOE, pero del que vergonzosamente huyeron ese mismo PSOE y Zapatero, acobardados.
Esta expropiación de la libertad informativa y periodística terminará ahogando voces disidentes, como la de estas Crónicas Bárbaras: impondrán diez veces más información del PSOE y del PP que de la temida UPyD. Un fraude totalitario.
Un ataque a la democracia. Dos partidos convertidos en uno. Como el Movimiento franquista, cuando competían Falange (PSOE) y Opus (PP). Franquismo redivivo. Franco ha vuelto.
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SALAS tiene un fondo de armario impresionante y adaptable a toda crónica. Vea usted dos de sus tiras eternas o por lo menos vitalicias:
Y, cómo no, nuestra admirada Leire, de la que no se puede prescindir: