Practica la mortificación mental, ya que siendo de derechas no para de ver La Sexta y leer eldiario.es o laultimahora.com.
Su identidad sigue siendo un misterio. Solo sabemos que se llama José Aguilar Jurado tras una discusión con sus padres sobre el ziritione, decidió abandonar la casa paterna para instalarse en una fábrica abandonada alimentándose de los restos de gato que sobraba de un restaurante chino.
Harto de comer todos los días lo mismo, volvió a casa. Entonces su padre lo metió en la escuela pública.
Allí fue víctima de las sucesivas leyes de educación del gobierno español, y aprendió a escribir muy malamente como pudo y acabó hablando una especie de mezcla de castellano medieval
Cuando acabó los estudios se hizo fraile y fue a vivir a una misteriosa abadía donde solo puede leer libros de César Vidal o Arturo Pérez Reverte.
Pero los primeros indicios de su existencia datan de finales de los 90. Tiempos en los que fueron apareciendo unos romances y unas cuadernas vías de tono jocoso en castellano antiguo.
Al principio sus composiciones circulaban de baño en baño mano en manofotocopiadas, luego, por internet en la revista virtual Docencia.com.
No tardó Jaime Campmany en ofrecerle un espacio en la revista Época. Ahí empezó a darle a los políticos. Pero un día Campmany dejó la dirección de Época y pasó al ostracismo, hasta que le dieron un huequecito en Libertad Digital. Y de ahí al estrellato derechón. Olvidó su primera Musa, la enseñanza, y sus versos se fueron resignando a desarrollar las consignas que algún negro del PP le envía.
Desde entonces sale en todos los medios fachas de derechas y solo tiene tiempo para restregarse fotos de Ayuso por sus partes. Pero de eso no le podemos culpar, nosotros también