Freakonomics, de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner
Publicado el 09 marzo 2010 por José Angel BarruecoLa economía fue, para mí, la asignatura más difícil de superar en Ciencias de la Información. Me pareció un hueso duro de roer y, finalmente, acabé cogiéndole el tranquillo e incluso creo que me gustó un poco. Luego la olvidé. Lo mío no son los números. Pero reconozco su poder de fascinación.
Conocía la existencia de este libro, convertido ya en best-seller y escrito por un periodista y un economista, ambos de gran prestigio (y ambos han originado mucha polémica). Decidí comprarlo tras descubrir que Alex Gibney, el director de Gonzo y Enron, prepara un documental sobre Freakonomics. Gibney es un tío con buen gusto, así que fui a buscar un ejemplar de la edición de bolsillo, ya ampliada y revisada, y me lo he devorado en un par de sentadas. Ambos autores tienen la habilidad de explicar de manera sencilla historias cuyo enigma reside en la economía. Por ejemplo: Levitt se preguntó por qué los vendedores de crack viven aún con sus madres si, en realidad, se dice que ganan tanta pasta; respuesta: porque no ganan tanta, sólo la ganan los mafiosos que están arriba de la pirámide. Esto se comprueba en la serie The Wire, donde el más listo de todos los personajes es Stringer Bell porque maneja la economía y lo sabe todo sobre las inversiones. La vida real, por lo que nos cuentan en este libro, es muy parecida a The Wire. O al revés.
Levitt se hace preguntas insólitas y trata de responderlas. Relacionó la legalización del aborto en algunos estados con el descenso de la criminalidad, años después. Destapó las trampas que hacían algunos profesores, respondiendo correctamente y a escondidas los exámenes de sus alumnos; había una razón: los buenos resultados de sus clases garantizarían subvenciones. Así que este libro sobre “el lado oscuro de lo que nos afecta” se convierte en una lectura muy ilustrativa. Ya lo dicen los autores: Como indicamos al comienzo del libro, si la moral representa un mundo ideal, la economía representa el mundo real.
[Traducción de Andrea Montero]