Los viejos conocidos de la comisaría parisina afrontan una cadena de asesinatos que inicialmente se presentan como vulgares suicidios. Para tratar de esclarecerlos tendrán que viajar hasta un islote de Islandia. Un paraje inhóspito marcado por la leyenda de lo maldito, del miedo ancestral a la oscuridad, por la promesa de la vida eterna.
Pero Vargas no deja la trama ahí. La bifurca hacia París para hacer alarde, una vez más, de su solida formación como historiadora. Así las víctimas de los asesinatos aparecen vinculados con una sociedad dedicada a la figura de Robespierre.
Pistas falsas, signos extraños que hay que interpretar, disputas y rencores antiguos componen una magnífica intriga por cuyo laberinto Fred Vargas nos guía con una prosa clara y precisa que nos inquieta y nos asombra a partes iguales.
Publicado en La Voz de Galicia