Francia ha estallado como un polvorín. Es lo que tiene cuando se pone un grupo de niñatos -los futbolistas suelen serlo, aunque superen la treintena- en manos de alguien que es aún más tonto que los propios jugadores. Y no hablamos de Mourinho, sino de Raymond Domenech, más conocido como El Cartomante. Un tipo al que hasta Nicolas Sarkozy ha puesto a caer de un burro. Nada extraño, por tanto, que el gran Anelka -otro que tal baila- le llamara “sucio hijo de puta” en el descanso del Francia-México.
La cosa no acabó con la expulsión del ex del Real Madrid. El domingo, Patrice Evra llegó a las manos con el preparador físico de Les Bleus -presuntamente, el chivato que filtró a la prensa lo de Anelka- y los futbolistas galos se negaron a entrenarse. Domenech leyó ante los medios una carta llena de bilis de los jugadores y el delegado de la FFF anunció que volvía a casa avergonzado y con la carta de dimisión ya redactada. Franck Ribéry resume así el embrollo: “Somos el hazmerreír del mundo”. Pues eso.