Fresán y el Quijote

Publicado el 05 junio 2021 por Pollo @0enliteratura

Así como se cree, tal vez ingenuamente, que algún día seremos un país normal, con un mínimo de justicia e igualdad, yo prefiero imaginar que el libro que leo antes de una segunda vuelta electoral tiene algo que ver con la terrible decisión a la que cada cinco años nos sometemos.

Sobre ello suelo esbozar unas líneas. Acto con cierta dosis de resignación, como votar o escribir en un blog, porque "es lo mejor" o por simple costumbre.

Si bien leer suele ser mi herramienta clásica para alejarme de la realidad, es inevitable que por algunos resquicios esta se entrometa en mi eventual lectura. A veces, las casualidades y paralelismos con la política son hasta difíciles de creer. Eso me pasó con este libro.

En Jardines de Kensington, la historia tiene como trasfondo el "enfrentamiento" de dos personajes: Peter y Keiko (no es broma). Lo terminé de leer justo el día de la primera vuelta y no supe darme cuenta del mensaje que me había dado Rodrigo Fresán durante semanas, con una precisión que ya querrían varias encuestadoras. 

En esta obra, se nos presentan muchas aparentes dicotomías como el Londres decimonónico y el Swinging London, la infancia y la adultez, lo victoriano y lo sicodélico, la "realidad" y la ficción, la vida de J. M. Barrie y la Peter Hook. Y digo aparentes porque los opuestos se tocan (sino piensen en qué partido apoyó a Castillo cuando era un completo desconocido -si, Fuerza Popular-). Estos "opuestos" solo sirven para polarizar la ya bastante tensa situación que vivimos. 

Una novela que he estado leyendo en los últimas semanas es El Quijote. La empecé hace un lustro, terminé la primera parte y la dejé ahí; luego de un tiempo recién proseguí con la segunda parte que todavía no concluyo ¿Cinco años con lo mismo? Pues sí, y de alguna manera todos hemos estado así, con cinco años de inestabilidad como si las elecciones del 2016 en realidad nunca hubiera terminado. Si hasta le pusieron al presidente actual como apodo ese personaje.

Así como muchos sin leer El capital hablan de comunismo, puedo darme el lujo de comentar el Quijote cuando me faltan todavía algunos capítulos. Igual prefiero leer novelas que planes de gobierno, tienen menos fantasía. Y, ahora que recuerdo, para las elecciones del 2011 también comenté un libro un poco antes de terminarlo. 


 El clásico de Cervantes es también un buen ejemplo de las clasificaciones maniqueas: de un lado el flaco Alonso Quijano y de otro Sancho Panza, el loco idealista frente al pragmático que piensa primera en su barriga. Pareciera que el dilema que enfrentaremos mañana en las urnas es un poco así, o al menos de esa forma nos lo plantearon. 

Creo que no es necesariamente así, no es un duelo entre los principios y la economía. Más bien tal vez se sobrevalora al muy leído Quijote, obsesionado por la caballería como otros por la "democracia", frente al hombre de campo considerado ignorante y rústico que, como Sancho, habla enredado o pronunciando mal las palabras. Como sí solo ellas importaran. "Dale crédito a las obras y no a las palabras" (2da parte, cap. XXV). Entre alguien que dice que cerrará el Tribunal Constitucional, cambiará la Constitución, se quedará muchos años y alguien que ya participó de un gobierno que lo hizo es fácil saber a quien se le cree más. 

Cuidado con meternos nuevamente a la Cueva de Montesinos o liberar galeotes por seguir nuestros prejuicios, pues "hacer bien al villano es como echar agua en la mar" (1ra parte, cap. XXIII). De los dos partidos, uno tiene un capítulo entero, de los más largos, en Historia de la corrupción en el Perú, el libro que leía en las elecciones del 2016.

Sancho Panza aunque fuera un mal orador y no tuviera ninguna experiencia, no fue un mal gobernador de la ínsula Barataria o, al menos, supo resolver con inteligencia los casos en los que la población le pidió justicia.

Al final, supongo que las personalidades se invierten y no solo entre Don Quijote y Sancho, sino también en una candidata que ahora quiero aumentar bonos y los programas sociales que criticó a su rival de hace diez años. 

Nuestras situaciones también se invierten y a los hijos nos toca ser padres (como me enteré que me va a pasar). Como con la paternidad, con el voto hay que asumir la responsabilidad. Y sin miedo, porque así no se puede criar ni menos educar a nadie. El Quijote no tuvo medio al enfrentarse al rey de la selva y por eso dejó de ser El Caballero de la Triste Figura para convertirse en El Caballero de los Leones. Dejemos la tristeza y luchemos como fieras. Y que sobreviva el mismo que en la novela de Fresán. Yo votaré por Castillo.