Un Bergman maduro, en pleno dominio de su arte, creó con Fresas salvajes una obra cumbre del arte cinematográfico que no deja de deleitarnos y de hacernos reflexionar al mismo tiempo a día de hoy
Este sueño no será el único que aparezca en la película. Todos ellos le recuerdan inconscientemente a Isak Borg aquello que estando despierto él no quiere aceptar, a saber, que su egoísmo ha conseguido que las relaciones con sus seres queridos hayan sido insatisfactorias; con su hijo, con su mujer, con un antiguo amor de juventud que dejó escapar, y con su nuera. Por todo ello está pagando una condena en vida, como muestra el sueño de ambiente kafkiano en el que el juez declara su terrible sentencia: Borg es “culpable de culpabilidad”.
Como en toda road movie desde Te querré siempre (1954, Roberto Rosellini), lo importante no es el viaje en sí, sino las paradas. Cada una de ellas sirve para conocer un poco más al viejo profesor, bien a través de recuerdosy sueños, bien a través de los personajes con los que se van encontrando ély su nuera. Pensemos en el matrimonio que recogen después del accidente de tráfico, reflejo del matrimonio fallido de Isak Borg; o en los jóvenes autoestopistas con los que harán el resto del viaje. La muchacha es símbolo de la juventud y del amor perdido (no por casualidad Bergman elige a la misma actriz [Bibi Andersson] para dos personajes con el mismo nombre: Sara; el antiguo amor de juventud de Isak y la chica que se dirige a Italia en el automóvil del viejo). Fresas salvajes es una película de dualidades: la vida y la muerte, la juventud y la vejez, el sueño y la vigilia, la fe y la razón, y está llena de metáforas y símbolos. El propio título alude a la juventud perdida, al paraíso que representa la vida pasada. En el film residen todos los temas bergmanianos.
A través de recursos narrativos extraídos del teatro, y de un uso espléndido de primeros planos, imágenes oníricas y de una narración no lineal, Bergman consigue una hermosísima obra de arte. Pese a ser un film que bebe del pesimismo existencialista que engloba la casi totalidad de su obra, Fresas salvajes termina con un mensaje optimista. Cuando se es consciente de la victoria final de la muerte sobre todo ser viviente, se encuentra la esencia auténtica de la vida, que no reside ni en la ciencia, ni en el trabajo ni en la religión, sino en el amor hacia las personas queridas.EDUARDO M. MUÑOZ BARRIONUEVO