Frijolvania y Alebrijismo

Publicado el 06 marzo 2014 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

En un camión van de pasajeros varios mexicanos. Uno de ellos, locuaz, se pone a hablar con dos gemelos calvos a los que ve muy serios. Tras las chanzas y las bromas, se fija en sus botas, que tienen una calavera en la punta. El tipo locuaz se pone serio y deja de parlotear, cosa que no logra evitar su muerte varios segundos después por haber cometido el delito de haber sido demasiado observador.

Este suceso, entre los muchos que tiene una serie tan magnífica como es Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008), detalla visualmente la atracción mística que siente el pueblo mexicano por la muerte y sus símbolos. Como parte de dicha fascinación está el Día de los Muertos, festividad mexicana de origen prehispánico. En vísperas del Día de los Muertos suelen componerse versos en una figura literaria llamada Calavera Literaria:

Quien quiera gozar de veras
y divertirse un ratón,
venga con las calaveras
a gozar en el panteón.

Si aquí tenemos huesos de santo, allí tienen calaveras de azúcar, y la Santa Muerte es una figura popular.

Estos mitos, creencias y tradiciones de la cultura mexicana, este apego por la señora de la guadaña se ven reflejados en series como la protagonizada por Bryan Cranston, pero también en otras creaciones como por ejemplo en Grim Fandango (LucasArts, 1998), donde el vendedor de paquetes Manny Calavera desarrolla su trabajo como mejor puede en la Tierra de los Muertos -una especie de inframundo de influencias aztecas- , todo embebido por las ilustraciones de José Guadalupe Posada, conocido por sus dibujos de calacas.

Guacamelee! de DrinkBox Studios nace con el objetivo de homenajear folclóricamente al país de la enchilada y el burrito. En DrinkBox Studios trabaja el artista Augusto Quijano, que como buen mexicano trata de enseñarles a sus compañeros canadienses cómo sortear la barrera cultural explicándoles la charrería, la mitología circundante al alebrije o el mecanismo de la hamaca.

El humor que el mexicano habitual suele adherir a la muerte le viene que ni pintado al estudio a la hora de alegrar la ambientación, ya suficientemente atractiva con completas y variadas paletas de colores.

Los homenajes se suceden: desde el homenaje a México a través de su costumbrismo -chiles, tequilas, cantinas, mariachis- hasta el homenaje a los videojuegos (qué sensación encontrarse un mensaje encriptado de Fez (Polytron, 2012) en lo alto de una iglesia, qué homenaje a Portal al jugar con portales usando el azul y el naranja) pasando por el homenaje a internet en forma de memes.

Otro de los homenajes, el del wrestling y sus máscaras, sirve de base para una de las dos mecánicas principales del juego, que consiste en combates contra enemigos y bosses grandes, coloridos y difíciles hasta que se les coge el punto, siendo la otra la resolución de algunos puzles y plataformas. La equilibrada composición se ve bañada por las trompetas y las maracas, montada sobre un ritmo fluidísimo, refrescante y frenético. Las propias combinaciones requeridas para ir derrotando a los cada vez más duros (y repetitivos) enemigos, así como los exigentes puzles, irán aumentando en complejidad, llegando el caso de tener que realizar de seguido, para alcanzar una plataforma, hasta tres combinaciones diferentes consecutivas, o teniendo que cambiar entre la dimensión de los vivos y la de los muertos para acertar a los enemigos que deambulan entre dimensiones, cada uno con un escudo de fuerza que solo podremos romper usando combos concretos.

Si en algo destaca este frijolvania es en su completa excelencia. Tan bien están diseñados los niveles -oportunamente preparados para incitar posteriores regresos una vez aprendidas las habilidades necesarias para seguir por caminos antes dejados de lado- como los puzles, como los combates, alternando distintas sincronizaciones y habilidades en cortos espacios de tiempo, exprimiendo distintas emociones cerebrales habitualmente protagonistas absolutos en otros juegos.

El humor latente nos permite transformarnos en pollo para pasar por túneles y agujeros, los modismos mexicanos nos familiarizan con el charro local bajo un poncho visual que nos deleita las retinas, capaz de envalentonarse al aumentar en algún momento la resolución para que el jugador compruebe que todo sigue funcionando de maravilla sin percibirse ni un diente de sierra.

Piñatas como cofres o cabezas olmecas como teletransportadores son solo algunos de los muchos detalles chidos que logran una colorida absorción de la cultura mexicana, capaz de permitirnos ejecutar combos y más combos en los numerosos combates del juego, pero también de distraernos de la corta durabilidad de la historia principal a base de misiones secundarias que encontraremos en las aldeas cuando decidamos explorar los bellísimos y descomunales templos y los oscuros bosques.

Todo es excelente, salvo un componente: la historia, simple y tópica, que nos va encajando los bosses casi a puñetazos -lo cual encaja con la temática melée aunque narrativamente chirríe- buscando detener al malo malísimo cuyo plan es mezclar el mundo de los muertos y los vivos erigiéndose como esquelético líder de la vida del campo mexicano.

Obviando el detalle de la historia, que le impide pasar de las listas de lo mejor de 2013 a las listas de lo mejor del último lustro, sus coloreados contrastes, sus movimientos deslizantes, sus animaciones redondas pero contenidas abrazan una dificultad que busca lo retro, sin que el abrazo ahogue demasiado al jugador acostumbrado a lidias con toros más calmos.

México es algo más que un desierto con pistolas y sombreros gigantes. En México la muerte vive. En Guacamelee! la muerte la otorgas tú, a hostias.

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