La última subida del precio de la electricidad en España, abortada provisionalmente, demuestra que millones de ciudadanos pasarán frío este invierno porque viven en un país sin fuentes de energía fósil de calidad.
Se había creído encontrar la solución en las energías renovables subvencionadas generosamente, pero ahora resultan ruinosas para los consumidores.
Por tanto, a consumir la mínima calefacción eléctrica. Y mientras las renovables producen menos en invierno, seguiremos pagando las primas comprometidas con quienes invirtieron en esos sistemas, además del antieconómico y malísimo carbón español.
Entre tanto, en EE.UU. y Canadá, países de vanguardia tecnológica y de conservación de la naturaleza, extraen cada día más petróleo y gas natural rentable y barato con las nuevas técnicas de fracking, o fracturación hidráulica de rocas a grandes profundidades.
Hace sólo cinco años se creía que el petróleo estaba acabándose en EE.UU. La política mundial se centraba en proteger los países “amigos” del Golfo Pérsico-Arábigo, productores de los que dependía el mundo.
Las teorías supuestamente ecologistas del Panel del Clima de la ONU anunciaban la destrucción de cientos de millones de vidas humanas por el calentamiento global.
Evitar el Apocalipsis exigía energías renovables de las que Rodríguez Zapatero se volvió el profeta impulsor, sin prever o despreciando el coste en nuestras facturas.
Barack Obama pareció imitarlo, pero cambió al descubrir que el fracking incrementaba la producción de energía estadounidense propia y barata, que no necesitaría importar combustibles para mantener pujante su nación, lo que cambiaba el paradigma geopolítico mundial.
Hay otra mentalidad internacionalista, y además, está probado, no hay calentamiento global desde hace quince años.
España podría obtener, como los dos grandes países americanos, su energía con el fracking: es momento de que elijamos entre defender ese sistema extractivo, o morir congelados y, además, arruinados.
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SALAS