Frozen (2013) y la princesa que se sentía distinta

Publicado el 21 enero 2014 por Skuhmm
Una de las cosas que más me divierte a la hora de ver las películas animadas de Disney es buscar interpretaciones metafóricas a sus argumentos: La Sirenita como metáfora de de la inmigración (abandonar tu pasado y tu cultura en busca de un futuro mejor), o Enredados y la melena de Rapunzel como metáfora de la ruptura del cordón umbilical materno-filial (esto prácticamente subrayado por el propio guión). Y quién nos iba a decir que en Frozen: el reino de hielo, la última incorporación a la familia, el mensaje semi-oculto iba a ser una historia de autoaceptación de una princesa angustiada por sentirse distinta a los demás, una princesa posiblemente... lesbiana. ¿Que no te lo crees? Sigue leyendo.
Antes de nada, quiero aclarar que en el análisis que hago a continuación no descubro nada que no hayan analizado antes muchas otras personas en todo el mundo. Sí, el potencial de Elsa como icono LGTB fue percibido al instante por cientos de espectadores en todo el mundo, y sin duda esto fue en gran parte gracias a la magnífica canción Let It Go, de la que hablaré luego.
Para empezar vale la pena resaltar que Frozen se aparta muy conscientemente de los estereotipos mil veces tratados por la propia Disney en varios aspectos. Cuidado si no la has visto aún porque aquí empiezan los SPOILERS.
Anna, la princesita idealista, ingenua, alegre y algo atolondrada pero valiente, se enamora a primera vista del príncipe Hans, con el cual comparte incluso un dueto romántico donde cantan sobre la cantidad de cosas que tienen en común. Pero algo no cuadra: estamos en los primeros minutos de la peli, y parece un poco pronto para todo esto. Y es que en seguida su hermana mayor Elsa, que está a punto de ser coronada reina y es el personaje sorpresa de la película, corta en seco todo este despliegue de almíbar y le dice que acaba de conocer al principito de marras, que apenas sabe nada del tipo y que evidentemente no le da permiso para casarse con él. Al principio puede parecer que está siendo antipática, pero más tarde... descubrimos que la chica da en el clavo. ¿Quién es es esta princesa Disney que exhibe semejante autocontrol, elegancia, buen juicio y madurez?

Adivina su color favorito. Tienes un intento


Pues sí:  Elsa no es ninguna soñadora adorable y alocada, como tantas princesas Disney anteriores. Quizás debido al terrible secreto que arrastra, Elsa ha debido madurar más rápido y ha aprendido a ser cautelosa y controlar sus impulsos, ya que desde niña, la muchacha tiene el poder de crear frío a su alrededor, lo cual casi costó la vida a su hermana Anna cuando eran pequeñas. Los padres, asustados, llevan a Elsa y a Anna en presencia de un troll druida para que salve la vida de esta última. Dicho troll pregunta a los padres si los poderes de Elsa son innatos o fueron consecuencia de una maldición, a lo que responden que lo primero. Desde entonces sus padres tapan sus manos con guantes y le insisten en que debía luchar por controlarse a sí misma, haciéndola llevar una vida de reclusión desde entonces.
Las metáforas empiezan amontonarse.
Pero espera, porque aún nos queda lo mejor: finalmente, en un arranque de angustia, los poderes de Elsa se descontrolan, y empieza a congelarlo todo a su alrededor, mientras el malo de la la función la llama engendro de la naturaleza, y los aldeanos la contemplan atemorizados. Elsa, dándolo todo ya por perdido, se marcha corriendo de su reino hacia la soledad de las montañas, donde construye un impresionante castillo de hielo (en una de las escenas más impresionantes en lo que a técnica de animación se refiere) en el que refugiarse, al tiempo que canta el catártico tema central de la banda sonora: Let It Go, "Suéltalo" en su versión española y "Libre soy" en la latina, ambas traducciones bastante aproximadas al sentido del verbo to let go, que alude a dejar de tratar de controlar o retener algo. La canción, que contiene frases (traduciendo directamente de la versión original) como "Escóndelo, no sientas, que no lo descubran / Pues ahora ya lo saben", "Suétalo, suéltalo, date la vuelta y cierra de un portazo, no me importa el qué dirán", "Nunca me verás llorar / aquí estoy y aquí me quedaré, que la tormenta estalle", se ha convertido en un clásico instantáneo de la animación Disney, y también en un himno sobre la autoaceptación que ha resonado particularmente en el interior de muchas personas del mundo LGTB.

Con Elsa se acabaron las reformas domésticas inacabables


Para cimentar más todavía el estatus de Elsa como icono lésbico, se da la circunstancia de que la chica no muestra interés por ningún muchacho a lo largo de toda la película, a diferencia de su hermana, que pasa del mentiroso de Hans al noble y tosco Kristoff (que según los trolls sólo necesita unos arreglillos, en otra subversión del cliché de antaño sobre el amor a primera vista). Es cierto que tampoco se fija en ninguna chica, pero bueno, tampoco es cuestión de pedir milagros.
Rebuscando un poco entre las curiosidades que rodeaban la creación de la película, se descubren cosas interesantes sobre el guión que se propuso en un principio y otros detalles que subrayan aún más la intención subversiva (¡y autocrítica!) de los creadores. Resulta que inicialmente Elsa iba a ser malvada, pero cuando la actriz que le presta su voz, Idina Menzel, interpretó Let It Go con inesperado sentimiento y profundidad, Jennifer Lee y Chris Buck, los guionistas y directores, tuvieron una revelación y se dieron cuenta de que Elsa daba para mucho más, y su personaje podía ser turbulento y un tanto oscuro sin ser malvado, lo que enriquecía bastante la trama. Por otro lado, existen un buen puñado de canciones que no llegaron a usarse en la película, y una de ellas, We Know Better ("Nosotras sabemos la verdad"), cantada a dúo por las hermanas cuando eran niñas, tiene una letra que critica explícitamente todos los clichés asociados por la propia Disney (y otros) al hecho de ser princesa, diciendo cosas como "Dicen que una princesa tiene saber estar (...), lleva trajes de color rosa con volantes, nunca dice lo que piensa, no lucha, no suda (...), no desea conocer el mundo que la rodea...", para terminar concluyendo "pero tú y yo tenemos nuestras propias ideas y sabemos la verdad". Lamentablemente en el mundo real estos tópicos siguen bastante vigentes; ya alguna vez he hablado de esto.

Esta foto de Olaf y la gaviota no tiene nada que ver, pero es que la escena es tan bonita y la gaviota tan linda...


La peli contiene algún que otro guiño más al mundo gay (buscando por internet confirmé que no era el único con sospechas sobre la sexualidad de Oaken, el tendero al que acuden Anna y Kristoff), y una última y hermosa subversión final cuando el beso de amor que salva a la princesita congelada no es el que todos nos esperábamos. Sí, Kristoff quiere a Anna, pero al fin y al cabo la ha conocido hace poco y su amor no es comparable al de su hermanita Elsa.

Oaken, sus dos figuritas de osos y su familia en la sauna


En fin, un interesante cambio de rumbo para Disney. Muy sutilmente, los cambios sociales que van transformando el mundo se van materializando en sus películas de animación, aunque sea de formas sutiles y metafóricas. Las princesitas van cobrando más y más complejidad, los mensajes van siendo menos simplones, los guiones empiezan a superar el test de Bechdel... Ojalá que en adelante nos sigan sorprendiendo así.

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