Frutillar, la región de los lagos en Chile

Por Viajesexito

Frutillar, es la región de los lagos al sur de Chile, como capricho de la naturaleza está rodeada por 3 volcanes, un muelle de madera y casas que parecen de juguete, todo aparece perfecto, se puede pasear bordeando el lago Llanquihue para luego tentarse a subir al volcán Osorno con su pico nevado, desde lejos se puede encarar hacia los saltos de Petrohué donde cubre el manto de humedad levantado por la caída de las aguas de los saltos, un sueño hecho realidad en una ciudad que parece extraída de un cuento fantástico pero es real, tan real como las montañas, ríos, bosques y clima cambiante, porque la Patagonia chilena difiere de la argentina en lenguaje, sabores y con geografía más sinuosa y accidentada.

Campo y mar abrazan la cordillera gigante, lagos circundados por praderas a orillas del lago Llanquihue con raíces alemanas colmadas de casas con techos a dos aguas haciendo alusión a estas raíces con carteles por doquier ofreciendo “onces” y “kuchen”, casas de té, vidrieras con ventanas con puntillas y muñecas campesinas. Una ciudad ordenada donde se prohíben los picnics en la playa.

Llegando al centro de la ciudad frente a la municipalidad se dibuja en la vereda un ajedrez gigante, en las cercanías el Club Alemán brinda la posibilidad de una buena comida con variedades como salchichas, chucrut y pernil, porque en los restaurantes la parrillada es de carne, la cual incluye chacinados y gran variedad de salchichas. La excelencia gastronómica no se basa en el plato principal sino en el postre con el kuchen, una tarta dulce con masa fina y cobertura de arándano, cereza, durazno, frambuesa u otra fruta a elección.

Además de caminar por sus pequeñas calles se puede tomar un descanso en las playas de arena volcánica y llegar al antiguo muelle con glorietas de madera hasta llegar a entrar al museo colonial alemán y de ese modo entender la historia del lugar. Un gran parque temático con reproducciones de las condiciones en las que llegaron los colonos alemanes hace siglo y medio. Su entrada comienza con una casona destacándose a su lado un gran molino cuyos paneles dejan plasmada la llegada de sus primeros habitantes, el tañer del herrero para turistas es atendido por un anciano que graba herraduras para los turistas.

Desde este lugar eligiendo cualquier ángulo puede divisarse perfectamente el volcán Osorno para ser admirado y fotografiado incondicionalmente. Camino al volcán parece imposible penetrar a sus cráteres laterales hasta llegar a la cima alfombrada de nieve mientras se hace el recorrido por un camino serpenteado. Subiendo por este camino rodean los bosques densos hasta dar lugar a un paisaje de piedras con color rojizo y negro de la lava.

Al subir se va abriendo la cordillera con ríos hasta la base donde esperan las aerosillas. El primer tramo en ellas lleva hasta un cráter colorado donde se puede bajar y recorrerlo, ya en el segundo tramo se va camino a la cima desde donde se divisa el cerro Tronador, el río Petrohué, el Llanquihue y del otro lado se ve muy pequeña Frutillar. Todo un esfuerzo que vale la pena, una excursión que continúa con el espectáculo que brinda el agua del Petrohué “humareda” según las lengua quechua, ya que es lo que se va a encontrar al acercarse a los saltos, un río color turquesa que cae entre las rocas volcánicas a causa de la erupción del volcán Osorno hace 600 años. Siguiendo el camino de las pasarelas se llega al espectáculo de humo, espuma y humedad con su sonido estrepitoso cerca de la tranquila figura del Osorno que luce de fondo.

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