Frutos de otoño

Por Emilio José Orovengua López @naturablogger

Rojos, negros, marrones, naranjas, violetas, carnosos, de casca dura, blandos, jugosos y también...tóxicos. Si nos paramos a pensar y ha observar un momento lo que el bosque mediterráneo nos ofrece cada estación otoñal, podríamos hacernos de una despensa bastante generosa con todos estos los frutos, frutillos y bayas.

Y es esta “despensa natural” de frutos del bosque la que muchas especies de animales, sobre todo mamíferos y aves, aprovechan cada otoño sobre todo para cargarse de energía y vitalidad ante la llegada de la estación invernal, siempre dura, donde los recursos alimenticios escasean y la meteorología ponen a prueba la supervivencia de la vida del bosque y el monte mediterráneo.

Pero para recoger hay que sembrar, y nada de esto sería posible sin la participación, colaboración y acción de unos pequeños insectos himenópteros que dedican gran parte del año en ir de flor en flor transportando un precioso tesoro llamado polen. Sin las Abejas no podríamos saborear los jugosos frutos de otoño, y es más, sin la Abejas la vida de los Hombre y de la misma Humanidad tal y como la conocemos estaría comprometida. La polinización es clave para los cultivos y el desarrollo de la agricultura que, por muchos avances tecnológicos, mecánicos o digitales que pongamos al servicio del campo, son al final estos ( y otros miles más) de pequeños insectos quienes dictan el desarrollo y el bienestar de la especie humana. Ellos son los que polinizan las flores de los árboles frutales, de los cuales animales y personas disfrutan en las distintas épocas del año.

Pero volvamos al título del post, los frutos de otoño qué son, cuáles son y qué importancia que estos tienen en el mantenimiento y la supervivencia de la vida desde Septiembre hasta finales de Diciembre en el bosque.

Los frutos se clasifican en diferentes tipos, según la disposición de las semillas en su interior; las bayas y drupas son frutos carnosos que contienen una o varias semillas en su interior, encerradas en un hueso en el caso de las drupas (melocotones, ciruelas) o sin hueso en las bayas como son la uva o la grosella. Por otra parte, los frutos secos tienen un envoltorio no carnoso que rodea las semillas. En el caso de los aquenios, como la avellana, este envoltorio permanece cerrado cuando el fruto está maduro.

La lista de los frutos de otoño en el bosque mediterráneo es larga: castañas, frambuesas, azarollos, enebros, bellotas, nueces, saúcos, endrinos, escaramujos, avellanas, membrillos, madroños, almendras, aceitunas, nísperos, higos, bayas

Bellotas


Madroños


A otros frutos que hay que préstales especial atención ya que detrás de su apariencia jugosa y apetitosa se esconde cierto peligro si las ingerimos, aunque si los conocemos podremos ahorrarnos más de un susto gastrointestinal. Estas especies son las más representativas y abundantes y que pueden suponer un riesgo para nuestra salud si las comemos: nueza, dulcamara, hierva de París, convalaria, viburno o durillo, rusco y  menos abundante, pero muy peligrosa la belladona, cuya toxicidad provoca una dilatación de las pupilas, lo que embellece a las mujeres o las damas (de ahí su nombre, Bella-dama)

Durillo


Rusco


Nueza

Los frutos de otoño son una parte importante en de la dieta de ciervos, corzos, jabalíes, gamos, pero también de roedores como ratones, topillos, lirones y multitud de especies de pájaros y de otros que os sonarán raros, pero que en los inviernos que son meteorológicamente muy duros se atiborran de estos recursos carnosos, los zorros

Son un auténtico manjar y placer para nosotros, pero indispensables para la vida que se desarrolla en la espesura, donde lo delicioso se convierte en vital y donde los placeres se convierte una cuestión de vida o muerte, de pasar el invierno o morir en el intento…

©Emilio J. Orovengua