Una pareja de ancianos que lleva una vida tranquila y feliz, observa que su vecina pasa el día sola en casa, con la tristeza reflejada en los ojos, esperando la vuelta a casa de su marido tras el trabajo.El marido es un hombre encantador, pero excesivamente entusiasta. Su grado de entusiasmo por todo lo que lo rodea es tan abrumador que llega a cansar a todos aquellos que están junto a él.El hombre volcará su inmenso amor sobre Ponto, el cachorro que los ancianos han regalado a su mujer para que le acompañe en su soledad, sin llegar a sospechar las terribles consecuencias de tan tremenda carga afectiva.
En realidad, Zweig nos vuelve a poner al límite de nuestros sentimientos y los confronta con la razón a la que normalmente no atendemos cuando nos ciega cualquier tipo de pasión. En dichos momentos, tal vez resulte demasiado tópico pero, es cierto que el cerebro se nubla por completo y tan sólo el corazón guía las acciones pese a la posibilidad de sucumbir a un horrible final.
No es ni de lejos la novela que más me ha gustado de Stefan Zweig pero, como siempre, he obtenido lo que buscaba: una prosa elegante y mimada, un rato de abstracción total, y un serio momento de reflexión interna.Como he venido haciendo siempre que he reseñado a este autor, no puedo hacer otra cosa más que recomendar la lectura de la obra de Stefan Zweig. Si no has leído nada suyo, prueba con ¿Fue él? En el peor de los casos, esta novela corta no te llevará más de una hora.