Fue su mirada

Publicado el 19 diciembre 2013 por Miguelmerino

 Al día siguiente, volvió a salir sola a la misma hora, y, en cuanto las dunas la ocultaron del pabellón, se acercó al borde y empezó a llamarme en voz baja.

El pabellón de las dunas, Robert Louis Stevenson

Su mirada. Sí, fue su mirada lo primero que llamó mi atención. En lo primero que me fijé y lo primero que me enamoró. Ya sé que es un lugar común, pero los lugares comunes también existen, como Teruel. También era alta, morena y bien proporcionada, pero lo que destacaba era su mirada de terciopelo. Así empezó todo, en un bar de copas, conmigo admirando embobado su mirada. Luego, cuando fui capaz de salir del embobamiento adolescente, me di cuenta de que la suya también era una mirada igual de embobada que la mía. Pero no dirigida a mí. ¡Más quisiera! El destinatario de semejante regalo era un tipo rubio, con el pelo largo recogido en una cola y una perillita que pretendía emular la de Brad Pitt. Se trataba del gilipollas de Gregorio; Gricha pretendía que le llamaran el muy snob, aunque toda la vida lo habíamos llamado Goyo. Cuando pocos días después encontraron a Goyo degollado (no se trata de un chiste macabro), la principal sospechosa fue ella. Por lo visto era  vox populi que señorita Miradaterciopelo estaba que no meaba por el Goyo y éste no le daba cuartelillo ni por pienso. La interrogaron en varias ocasiones, pero no debieron encontrar manera de acusarla de nada. La cosa quedó en un asesinato sin resolver.

Durante un tiempo no volví a coincidir con señorita Miradaterciopelo. Después de varios meses encontré de nuevo la mirada en el mismo bar. Esta vez iba dirigida al Nano; Cipriano cuando lo sacaron de pila. El Nano no se parecía a Goyo absolutamente en nada. Era moreno, pelo corto engominado, un pequeño bigote, muy fino, de aquellos que otrora se adjetivaban de franquistas y una pinta “chuloputas” que no se lamía. Al poco tiempo el Nano apareció muerto, con las piernas cortadas por las rodillas y las botas incrustadas en los muñones. Otra vez fue interrogada pues, como en el caso anterior, se sabía que le había ido detrás al Nano con el mismo nulo éxito que con el Goyo. De nuevo la policía no sacó nada en claro y el expediente se apiló sobre el anterior.

El día que apareció el Feliciano con la boca rajada en forma de una tétrica sonrisa, y se supo que había sido su siguiente obsesión, la cosa pintó en bastos para señorita Miradaterciopelo. La tuvieron detenida e incomunicada el máximo permitido por la ley, pero en cuanto pudo hablar con su abogado tuvieron que dejarla libre sin cargos, pues tenía una coartada más que sólida. Llevaba tres días encerrada en un motel con el juez instructor.

Hoy me han llamado para levantar un nuevo cadáver. Se trata de una chica alta, morena, pelo largo y muy bien proporcionada. No he necesitado ver su cara para saber que le han extraído los globos oculares y una vez envueltos en una especie de funda de terciopelo negro, vueltos a colocar en su cavidad.