No dejaba de acariciarte las nalgas, esas nalgas enormes y firmes que tanto me gustaba besar… la dinámica era la misma; te abrazaba, besaba, mis manos se deslizaban y comenzaba a tocar tu trasero, después, poco a poco desabrochaba el botón, bajaba tus under e introducía mis dedos, al principio era uno, dos, tres, despacio, violento, me pedias que terminara lo que comenzaba según tu… cuando deje de llamarte tus msm eran a toda hora, al principio eran saludos después reclamos y reproches… me molestaban ¿por qué no entendiste? Cuando me llamaste por la mañana no pensaba contestar, pero fue más el ánimo de decirte que pararas lo que me hizo levantar la bocina, escuche tu voz y tu idea me pareció interesante. Dudaba en verte pero la idea de tener dos culos al mismo tiempo era divertida, dos culos que harían lo que yo pidiera, dos culos que podía coger a placer, reconozco que mi adicción a los traseros no solo grandes sino enormes era enferma pero me animaba el saber que hay peores filias, la mía simplemente era cuestión de volumen. Cuando llegaron me excito la idea de las cosas que les haría y nos dirigimos a tu camioneta, ya dentro quería hacerles todo menos besar, fue cuando invertiste la dinámica, al principio me sorprendió tu iniciativa, no dije nada, sus manos y las tuyas bajaron mi pantalón de forma agresiva, quería saber de que eras capaz, ataron mis manos con una agujeta que cortaba mis muñecas, te enfundaste unos guantes de látex y procediste a penetrarme con los dedos, después no solo eran tus dedos los de tu acompañante se unieron, no gritaba ni me quejaba por orgullo, era tu venganza, fingía gustarme te miraba retándote y sonreía, eso te enfureció, después de varios golpes en el abdomen y en la cara, comenzaste a practicar feisting agresivamente, mientras decías que lo único que había hecho era lastimarte y lo que querías era lastimarme tanto como lo hice contigo, te diste cuenta que solo me lastimaste físicamente mientras tu dolor era en el corazón, tu acompañante te dijo que pararas, lo hiciste, cortaste las cuerdas en mis muñecas, me vestí y me quede sentado mirándote, me dolía todo el cuerpo pero no dije nada, llorabas y decías odiarme, nunca dije quererte y lo sabías, te complacía y me complacías y no mas; fue todo lo que pude decir… salí de la Van y fue suficiente para nunca más recibir una llamada tuya.