Fuente a fuente

Publicado el 10 abril 2012 por Libretachatarra


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“Las fuentes pueden contarnos más de lo que nos cuentan las palabras –señala con convicción desde Londres el escritor inglés Simon Garfield, autor de Es mi tipo , un recorrido taxonómico por este submundo del diseño gráfico que combina arte, ciencia y tecnología–. El número de personas que se interesan por las fuentes ha aumentado progresivamente desde la difusión de las computadoras personales”.
Ocurre que Steve Jobs, además de “glamourizar” las manzanas mordidas y transformar piezas de plástico y metal en objetos de deseo, provocó un giro copernicano en nuestra relación con las letras y la tipografía. Lo técnico se volvió ameno; lo restringido comenzó a ser accesible. A 30 años del amanecer de la era digital, las fuentes están ahora a un clic de distancia.
Desde la primera fuente tipográfica del mundo –la gótica y pesada textura, con la que Gutenberg decoró sus Biblias–, las formas tipográficas han seguido su propio derrotero evolutivo como si se trataran de organismos vivos. A más de 600 años de aquel big bang, hoy existen más de cien mil tipos de letras –y siguen en aumento– con una variedad astronómica de formas, diseños y caprichos. Y una misión: ser la voz de un texto, definir cierta entonación de lo escrito, establecer un ambiente.
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“En las calles del mundo las fuentes tipográficas son como el oxígeno y la gravedad. No tenés muchas más opciones que respirarlas y sentirlas”, sugiere el director Gary Hustwit en su magistral documental de 2007 que se titula y gira alrededor de la reina de las fuentes: Helvética .
Sencilla, limpia, elegante, aparentemente impersonal y con rasgos netamente suizos –como los relojes, los chocolates y la histórica neutralidad del país alpino–, nació en 1957 de la mano del tipógrafo Max Miedinger y colonizó el mundo. Hoy se la ve en el subte de Nueva York, en los logos de BMW, Panasonic, Nestlé, Energizer, y hasta el MoMa le dedicó recientemente una exposición en su honor. “En caso de duda, utilizá la Helvética”, fue y sigue siendo el consejo de cualquier diseñador amigo.
En la vereda de enfrente, en cambio, se ubican dos engendros de Microsoft: la Arial –una fuente pirata, un clon descarado de la creación de Miedinger lanzado en 1982 por la compañía de Bill Gates– y la payasesca Comic Sans, obra de Vincent Connare en 1994 que incita el odio de muchos diseñadores que, además de organizar campañas para extinguirla de una vez y para siempre, la consideran una plaga visual de nuestra época.
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Diversas como las especies que habitan el planeta, cada fuente estimula un nervio y dispara una reacción: ¿Atemporalidad? Futura. ¿Clasicismo? Gill Sans. ¿Tradición? Garamond. ¿Londres? Johnston. ¿Hábito? Times New Roman.
La tipografía es el reflejo y a la vez el termómetro de una época. Define tanto la estética de una ciudad como la identidad visual de un producto y de una banda de rock. Quizá los Beatles hubieran sonado igual pero hubieran sido otra cosa sin la fuente Bootle. ¿Hubiera Barack Obama llegado a la presidencia de Estados Unidos si sus agentes de marketing además de incitar el grito de “ Yes we can ” no hubieran optado por la aparentemente inofensiva Gotham? ¿Cómo sería esta revista, Ñ, si sus títulos no lucieran su particular fuente serif llamada justamente Clarín y los recuadros no estuvieran decorados en Berthold Akzidenz Grotesk?
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...el famoso diseñador inglés Matthew Carter, por ejemplo, es conocido por rezongar cuando detecta anacronismos tipográficos en el cine. O sea, fuentes inventadas mucho después de la época en que transcurre una película.
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Y están también los funcionalistas, aquellos que piensan que los caracteres tipográficos deben pasar desapercibidos, informar sin alarmar. Como dijo alguna vez el diseñador suizo Adrian Frutiger: “Si sos capaz de recordar la forma que tiene una cuchara mientras comés, seguramente esté mal diseñada”.
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Simon Garfield está convencido: “Creo que los arqueólogos del futuro mirarán nuestro mundo y pensarán: ‘Ellos adoraban a un dios llamado Helvética’”.
“Historias ocultas entre las palabras”
FEDERICO KUKSO
(“ñ”, 05.04.12)