Fuente Ovejuna

Publicado el 13 junio 2021 por Rubencastillo

Después de leer un ensayo muy elogioso sobre la condición “revolucionaria” (sic) del drama Fuente Ovejuna, de Lope de Vega, y extrañado porque mis recuerdos de la obra (que leí hace unos treinta y cinco años) no se correspondían con los extremos que subrayaba el hispanista, he decidido volver a visitarla. Al fin y al cabo, el Fénix me ha dado tantísimas alegrías como lector (debo haber devorado medio centenar de sus producciones dramáticas) que refrescar algunas de ellas se antojaba un plan inmejorable.

Terminada la relectura constato que mis impresiones estaban bien fijadas: yo no creo que Lope intente ser “revolucionario” en esta obra, ni que pretenda darle al vulgo un motivo de euforia rebelde. No he tenido en ningún momento la sensación de que intente “decirle” al público que puede tomarse la justicia por su mano cuando resulten ofendidos en su honor. Lo que plantea es, más bien, una situación especial en la que esa lectura puede ser efectuada; y no es lo mismo. El perverso Comendador, habituado a escarnecer mujeres de la localidad, colma la paciencia de los lugareños cuando intenta hacerse con la virginidad de Laurencia; y la defensa que de ella hace su enamorado Frondoso (osando amenazar al noble con una ballesta) permite al vil don Fernando encarcelar al mozo y planear incluso su ejecución, colgándolo de una de las almenas del castillo. Eso genera un oleaje de repulsa en el pueblo, que se levanta, rodea, asesina y descuartiza al Comendador (si no fuera por el salvajismo que la imagen comporta, casi provoca una sonrisa la idea de que el trozo más grande que queda de don Fernando sea una oreja). Se ponen entonces de acuerdo todos los habitantes (hombres, mujeres, niños y ancianos) para declarar, incluso bajo tortura, que el responsable del crimen fue el pueblo en su conjunto… Y aquí viene la secuencia más habilidosa por parte de Lope de Vega: las autoridades no castigan a nadie porque no consiguen identificar al culpable. Ojo: no se trata de que el Fénix esté diciendo que el pueblo “tiene derecho a”, sino que el perdón se deriva de la impotencia para aislar al auténtico responsable. Es una conclusión jurídica.

Todas las partes quedan así contentas: Lope, porque lanza un guiño a su público; los espectadores humildes del siglo XVII, porque se sienten legitimados por su ídolo; las autoridades, porque comprenden la ambigüedad blanca de la situación; yo, porque disfruto como un crío cada vez que leo al Monstruo de la Naturaleza; y los hispanistas porque pueden elaborar pirotécnicas teorías cogidas con alfileres y seguir publicando trabajos en aquellas revistas que les dan puntos para sus sexenios y rollos académicos.

Lo mejor de leer es que no dejas que nadie lea (ni piense) por ti.