Hay algo que no entiendo últimamente y es el por qué cada vez que jugamos un partido y llámese como se llame el rival, resulta que es un ogro y un equipo difícil, como si quisiéramos poner el parche antes de una posible herida.
Nos presentaron al Levante como un monstruo, nuestro monstruo. Difícil de batir, peligroso arriba, campo complicadísimo, muchos "peros" para tan poca fiera. Ya el pasado año lo califiqué como el equipo más malo al que nos habíamos enfrentado y esta temporada no entendía tanto miedo cuando la clasificación despeja toda duda posible.
Dicho esto comienza el partido de hoy con el Levante, mejor o peor, achuchando como puede pero sin asustar demasiado. En cambio a las primeras de cambio que llegamos arriba dejamos claro quien es superior sí o sí y en un segundo zarpazo acabamos con la ilusión de los valencianos. De ahí al final dos palos por nuestra parte que pudieron sentenciar antes con el primero y respirar más tranquilos con el segundo. El Levante lo intenta a la desesperada ayudado en la mayoría de las ocasiones por los rechaces y sólo al final nos incomoda un poco con el gol que acorta las distancias pero hasta en ese momento supimos jugar nuestras cartas y dejar el fútbol de lado para apurar el tiempor restante con pérdidas de crono y que el reloj avanzara hasta el final.
Tres puntos para meter más presión arriba y afianzarnos en Europa otro año más.
Lo que asoma por el horizonte más inmediato no es nada fácil y podría suponernos la pérdida de imbatibilidad en casa aunque es una de las opciones de derrota con las que se cuentan desde inicio de temporada, si después no es así, pues bienvenida sea.