Fuerte discusion de pareja ante la cual los vecinos no reaccionan de manera alguna

Por Francescbon @francescbon
Él está sentado. Ante el ordenador o en el sofá leyendo o en el sofá viendo algún partido, intrascendente o no. Ella ha venido a paso rápido desde un pasillo y se ha parado a unos metros, quedándose ahí plantada. La racha de recriminaciones ha empezado pronto, apenas ha dirigido la mirada hacia esa estampa, la del hombre absorto ante algo. El punto de partida es cualquiera, lo absurdo que pueda ser es indiferente. Pero ella habla y él, pasados unos segundos, ha reaccionado y ya la ha mirado un par de veces. A esa distancia la profundidad de la mirada tiene poco que ver. Mira en esa dirección pero podría mirar el reloj que está en la pared tras ella o la pequeña desconchadura en la pintura que hay en la pared, a la altura de su hombro. Es todo lo que hace, mirar sin hacer ademán tan siquiera de intervenir o contrarrestar alguno de sus argumentos,  dar réplica a esas palabras cuyo tono se está elevando. Pero él ya ha jugado ese partido muchas veces. Sabe que en cierto momento tiene que atender las palabras que ella dice y cambiar algo en la expresión de su cara. Es el código. Oigo, entiendo, pero no es suficiente para que yo haga otra cosa que mirar hacia allí y poner cara de extrañeza. Aun así, desvía la mirada de vez en cuando hacia lo que antes captaba su atención. Ese día, ese, justo ese momento, el portero del equipo contrario pasa por detrás de la portería y toma la pelota en sus manos mientras el público local abronca. El portero mira, y él tampoco dice nada.
¿Y si "Ja ja ja" hubiera sido el último post en la vida de este blog?Como una broma perversa, dejando que los comentarios iniciaran un río de temáticas que acabara llevándolos por diversos caminos, que se iniciarían de una forma grotesca, hasta que alguien nombrara un músico con apellido de salsa italiana y se recondujeran por los vericuetos deseados y deseables, es decir, el cruce de referencias, las recomendaciones mutuas.
Francesc Bon falleció absurdamente mientras leía las últimas páginas de un libro que le costaba más de la cuenta acabar. Leía sentado dentro de su automóvil, mientras bebía una lata de Coca Cola que debería estar más fría. El vehículo estaba aparcado correctamente en una calle secundaria de un polígono industrial, cuando el conductor de otro vehículo perdió el control del mismo y fue a estamparse contra el de Francesc. Deja esposa y dos hijos,  y varios lectores que ahora igual empiecen a sonreír.
Je je je.