Invítame ¡oh! ¡Bastardo hermano!,
un trago de fuerte ron,que nuble el dolor de las heridas
de batallas ganadas y perdidas.
Choquemos el cristal que lo contiene,
que nuestra sangre no detiene
ni el frio de la tumba del caído.
Que la victoria que nos ha sido negada,
sea el ritual de la hondonada,
donde yacerán los huesos,
afrentas e injusticias,
de quien ose mancillar nuestra grandeza.
Vaciemos, pues, aprisa nuestras copas,
que impaciente la parca nos espera
y nuestra gloria será ya conocida,
vibrante y libre en su regazo…