Pero la principal apuesta de este espectáculo es una gigantesca piscina situada sobre las cabezas de los espectadores, colgada de una gigantesca estructura y con su fondo transparente. El público puede tocar esa piscina en la que un grupo de actrices (y atletas, y acróbatas, y bailarinas, y...) se arroja, repta, medio nada (apenas hay agua). Las formas logradas entre los cuerpos, el agua y las luces, subrayadas por la música, producen los momentos más bellos y relajados del espectáculo.
Es curioso ver la respuesta entusiasmada del público, que sigue de pie el espectáculo y se mueve según las necesidades técnicas de cada momento; un público, por otra parte, particular y, en general, poco habitual en las salas teatrales. Se entregan casi desde el minuto uno y se dejan seducir por el envolvente espectáculo que es entretenido y diferente.