Fuerza Bruta: Entre agobios y catarsis.

Publicado el 25 mayo 2013 por Alejandra Naughton Alejandra Naughton @alenaughton

 
¿Quién no ha sentido alguna vez que las paredes se le vienen encima? ¿Que el techo se le desploma y se asfixia? ¿Qué corre, corre, corre monótonamente sin saber a dónde va? ¿Quién no siente acaso ante una desilusión que le dispararon directo al corazón o que se estrella contra una pared?
Al menos para mí, las reflexiones sobre estos temas me venían dados de la mano de la literatura, del teatro, del cine. El jueves, en cambio, se me reveló en un espectáculo que sabía era distinto pero no imaginaba cuánto.
Y sí… seguramente por una cuestión generacional, no pude pensar en el esfuerzo atlético o en las instalaciones que hacían posible la magia, sino en ese hombre que retenido por su arnés, corre con persistencia sobre una cinta que lo deja exactamente siempre en el mismo lugar resistiendo a la violencia de gente que se le cruza en sentido contrario ignorándolo, algunos con descortesía, violencia. ¿Quién no se siente así caminando por ejemplo a eso de la una de la tarde por la calle Florida? Dos veces le disparan al corazón, y…recuperado del impacto, siempre, retoma su carrera. Se detiene unos minutos, no hay mucho más tiempo. Todo rápido, todo ya. ¿No es así como vivimos?
De todas las escenas tal vez la que más me impactó fue esa en la que intenta en vano acomodar una mesa, con un mantel y unas sillas. El mantel, a cuadros, me remitió a un deseado encuentro afectuoso. Sin embargo, la cinta no dejaba de andar y a pesar de sus esfuerzos, de su empeño, todo es fugaz, él las acomoda pero…se deslizan y vuelven a salir de su alcance… también a reaparecer para darle otra oportunidad. Una y otra vez se le acercan para finalmente alejarse y terminar evaporándose.
Afortunadamente en un momento logra dormirse, y ahí, sus sueños lo rescatan, le dan la energía que necesita. Dormir, qué refugio… Sueña con unas musas que se le revelan en las alturas en posición fetal pero que se van abriendo, apacibles, caminan, extienden todas sus extremidades, eligen los tiempos, ellas sí pueden, flotan como en una caminata lunar, una pierna se extiende, y sólo cuando encuentra un sutil punto de apoyo, toma impulso la otra pierna. Movimiento y quietud. A la vez.
Me quedé pensando en que no es casual que sea Fuerza Bruta un espectáculo que atrae tanto a las generaciones jóvenes, a las que todo el tiempo me pregunto qué mundo les estamos dejando. Es un mundo agobiante, en el que no nos estamos poniendo de acuerdo hacia dónde vamos, donde los valores están desafiados, donde corremos sin sentido, sin propósito ni conciencia de la trascendencia. De allí la importancia de la catarsis, sin ella la espera del incógnito porvenir sería muy dura.
Y … la catarsis en el espectáculo se ofrece bajo sofisticadas, sutiles y a la vez elementales maneras. Es sofisticado dejarse subir en un arnés hacia las alturas y entregarse a la sensación y ocasión vertiginosa. Es sutil jugar en puntas de pié en un charco de agua insinuando y delineando hermosas formas. Es elemental estrellarle un bloque grande lleno de papelitos a alguien que se nos cruza en el camino (aconsejo tener unos cuantos de esos a mano para lidiar con el tránsito de la ciudad..). Ni hablar de bailar desenfrenadamente bajo el agua…
Me dijo Germán, uno de mis compañeros con los que disfrutamos la función, que en el site de Fuerza Bruta aclaran que ellos no se proponen decir nada. Es probable que así sea…pero… no funcionó al menos conmigo. A mí me movilizó, por momentos me angustió y entonces fui en busca de mi manera de hacer catarsis… escribir en el blog.