He decidido que compraré el libro, el que heleído es de la biblioteca, porque me ha encantado fugarme con Adolfo Ayuso asus relatos. Variados y de diferente calidad. Lo confiesa el autor en unepílogo en el confiesa que recoge relatos desde el año 1988 al 2000. Y laevolución temporal se nota. Se ve literalmente como aprende a ponerse loscalcetines o hacerse el nudo de la corbata literaria. Se nota los que escribióhace años, no tan buenos, no tan redondos pero que dejan en el paladar el gustopor el vino aún sin hacer pero con los matices de un buen reserva. Se notasobre todo en los dos primeros "En el sofá" o"Planos". Supongo que los leemos en orden cronológico. Y amí, que no soy experta en critica literaria, me ha prendado sobre todo con lossiete últimos. A partir de "El pie" mi boca y mis ojos se han abiertoante la prosa de Ayuso, ante su manera de contarme las cosas. Porque las fugasde los últimos me han taladrado, han horadado el interior. En El pie me he encontrado con un relato extraño,construido en dos voces diferenciadas, con un poeta dentro del cuerpo deformede un dependiente que me ha recordado a Humbert Humbert, el protagonista deLolita de Navokov, y me ha hecho recordar esa novela. Porque tiene lasensibilidad de Humbert, y porque Lolita es una de mis novelas favoritas. Y luego he caído en otras referencias literarias,casi mitómanas, con el relato "Sólo un libro", con la obsesión de esetipo por la metamorfosis de Kafka y me he visto obsesionada también por él, porKafka y por otros, por los libros como objetos, por las anotaciones que, aveces, me regalan los libros de viejo y tanto me gustan.
Con "El calígrafo de Liliput", hepensado en Walser y su caligrafía minúscula, en sus microgramas escritos en elsanatorio mental a lápiz, en esa prosa minúscula que se ha recogido finalmenteen tres volúmenes que voy leyendo algunos ratos, cuando necesito salir denovelas pesadas, de historias conocidas y encontrarme con una frase genial queme dice tanto pero que nada dice. No tengo ni idea si el autor pensaría enWalser al escribirlo pero yo no he podido evitar acordarme de él.
"Wertheim" confiesa el autor que es unhomenaje al extranjero, a su madre muerta venida a una ciudad en la que tambiénpuede surgir el ahogo de sentirse abandonado, perdido, ante la pérdida de unamadre, el final de la infancia.
He encontrado referencias al cine, en "Losdos pájaros" y "Una casa muerta". Es divertido buscarparalelismos e influencias. Todos los tenemos. Cuando escribimos y cuandocomentamos. Surgen de las páginas de otro nuestro mundo. Es lo bello de leer yencadenar lecturas. Uno imagina, igual no con tanto tino, los que leyó elautor, busca sus lecturas dentro de otras y se deja llevar ante interpretacionesnuevas, adaptaciones necesarias y se pierde en fugas, en huidas, en historiasque le marcan y de las que quizá surjan otras, las nuestras. Porque leer también es en cierto modo adquirirhistorias que luego serán contadas. Condena querida y deseada. Leer de modoobsesivo, recoger frases, regar historias. Aprehenderlas y hacerlas mías.Cuando esto sucede, tengo que obtener el libro para horadarlo con mi lápiz enalguna relectura. Para escribirlo y mancharlo buscando lo oculto, lo que no seve a simple vista, lo que me oculta. Meterlo dentro. Hacerlo mío. Necesito, encierto modo, fugarme en sus relatos. Descubrir otra vez la desazón que esospersonajes me han transmitido. Vocearlos. Gritarlos. Me ha sorprendido Ayuso.Mucho y para bien.