A todas esas madres con complejo de disco rallado y sentimiento de culpabilidad agudo y machacante os digo que... ¡Funciona!
Te das cuenta tarde, eso sí, cuando habías perdido toda la esperanza. De repente te dicen que el que tu hijo mayor empiece el curso que viene el cole, depende estrictamente de sus Sozialen Kompetenzen.
¿Entschuldigung?
Vamos, que da igual que no sepa contar, ni lo que es una letra, ni agarrar un lápiz.
Lo que importa para el cole es que sea independiente, no dé mucho la laten y ande bien de reflejos: atarse los zapatos, limpiarse (bien) el culo, ir a por el pan o llamar a una ambulancia, por poner unos ejemplos.
Ya que estamos, yo añadiría además ducharse solo, preparar la cena, planchar camisas y tender lavadoras. Pero en esta vida no se puede tener todo y pretender que un mico de 6 años pase de emperador abroncado a miembro igualitario y responsable de la República Independiente de su Haus requiere más años de entrenamiento.
Volviendo a los básicos, aquí hace unas semanas que hemos dejado el mi-mamá-me-mima-yo-mimo-a-mi-mamá y nos hemos concentrado en los cordones y el teléfono.
Después de aprenderse el código de su Oma de memoria (no te ofendas, mamá, pero es que sin prefijos internacionales es más fácil), la buena mujer ha sentido tentaciones de cambiarse de número por acoso y derribo. El día que, mientras una servidora cambiaba el pañal apestoso de Destoyer en el piso de arriba, el competente social en cuestión se dedicó a llamar para relatar cómo su (mala)madre se había ido a la compra y había dejado a los polluelen solos en casa, decidimos que el 112 lo dejábamos para más adelante.
Limpiarse (bien) el culo está siendo tarea harto difícil. Sobre todo porque el niño se debe de sentir abandonado en el frío retrete y ha decidido elegir entre el papél higiénico o la cadena. Por unanimidad (y pensando en la salud aromaterapéutica de toda la familia), hemos llegado a una acuerdo: si él tira de la cadena, nosotros le rematamos el culo.
Dando ya por perdido al Mayor como colegial prometedor a partir de septiembre, nos embarcamos en un último experimento. Pero ya así como desganados y sin azuzarle mucho: Aprovechando que el fin de semana dormía en casa de los Abuelen (que viven a una manzana de la panadería), iría él solito a comprar los bollitos el sábado por la mañana.
Y ahí que salió él todo mono (nos contaron), con su listita y 10 leuros, izquiera-derecha-izquierda cruzó la calle y regresó a los pocos minutos sano y salvo, dispuestísimo a regañar a la Oma, que se había olvidado de incluir cruasán para Destroyer (pobrecito mío), y le había costado Dios y Ayuda convencer a la panadera de que la lista era sólo orientativa.
La Moraleja de la historia, sin embargo, viene por otra bronca del entecito impertinente. Una amiga del mierdapueblo, en el mismo lugar a la misma hora, fue testigo desapercibido de algo inaudito: A la señora de los panes le debió de parecer tan gracioso mi hombrecito que al irse le ofreció gominolas. Y le cayó la del pulpo. Un ¡¡Pero si es por la mañana!! fue el principio de una retahíla de reproches sobre la salud, las caries y lo que le ha dicho su madre que duró 5 minutos de reloj, dejó boquiabierta al resto de la clientela y muy avergonzada a la panadera.
A mí personalmente me ha resultado un alivio saber que „sólo“ se comportan como incompetentes sociales conmigo. Aunque ahora que lo pienso, cuando estoy con mi madre yo también me pongo de un ñoño que no hay quien me aguante.