Inmediatamente piensa uno en si no habremos recibido un pasado intravenoso, o en si acaso Messi no sería un experimento. Escogen a una persona al azar y le incorporan una base de datos con toda la información futbolística de Maradona. La personalidad del sujeto continúa siendo la misma pero juega al fútbol muy parecido a nuestro ídolo.
Esto explicaría que en Newell's no hubieran aceptado solventar un tratamiento con hormonas de crecimiento como el que recibió Messi ya que hasta ese momento no era un pequeño con grandes aptitudes futbolísticas. En cambio el Barcelona aprovechó la ocasión para añadirle a las hormonas de crecimiento toda la Maradonadata.
Podría ser un buen modo de justificar el error leproso si no fuese porque hay imágenes que muestran a Messi desde pequeño siendo implacable en la cancha.
También podría ser la manera más eficaz de elucidar qué porcentaje de incidencia en el juego tuvo la personalidad de Maradona y qué porcentaje tuvo la capacidad futbolística. Eso si personalidad y capacidad fueran divisibles. Ahí sí podríamos saber si es justo exigirle límites a una personalidad que en el deporte que practica no los ha tenido jamás.
¿Y si Riquelme es capaz de ver lo imposible porque le han hecho ajustes para que el cerebro acomodara la imagen percibida de manera tal que visualizara la cancha desde arriba?.
Sería lindo incorporarse un chip con la Riquelmedata para jugar ni aunque fuese diez minutos con la inteligencia del diez.
También sería posible, sin HAARP, crear una playstation humana, el sueño de algunos entrenadores. Todos podríamos jugar o controlar a los jugadores. O poder controlar a los hinchas, manipularlos para que cantaran a favor o en contra de un jugador. Qué felicidad sentirían algunos directivos de clubes.
No se tomarían tanto trabajo los medios en utilizar procedimientos de hipnosis o en repetirnos constantemente las mismas cosas para obligarnos por cansancio a actuar como ellos quieren. Ya logran algunos volvernos un poco paranoicos hablando como si supieran lo que uno está pensando.
Una tía de mi madre creía que Larrea le guiñaba el ojo. Por como están las cosas, no sé si no estaba en lo cierto.