El primero es la continuidad de Di Matteo, que al final se salió con la suya al lograr un contrato de más de un año, y de sus declaraciones ‘desafiantes’ cuando señaló a aquellos que juzgaban el juego del Chelsea basándose en lo visto en las semis ante el Barça y en la final ante el Bayern. Un equipo que cedió la iniciativa y la posesión. En ese marco nadie le podía recriminar nada, cogiendo un equipo roto para solidificarlo y hacerlo campeón. El fin bien justificó los medios.
Y para llevar a cabo esta idea, llego ahora al segundo punto, no sólo se necesita de la intención del máximo responsable sino también de jugadores sobre los que apoyar esa idea. La de veces que nos cansamos el pasado curso diciendo eso de que Juan Mata era el único que proponía algo de juego pasado el medio campo. Ahora no estará solo. Rejuvenecimiento y futbolistas amigos del juego de ataque a su lado con la llegada de Hazard, Óscar y Marin. El Chelsea va a tener una línea de medias puntas de la que Fernando Torres no debería tener queja.
Detrás todo seguirá más o menos igual. Lampard llegando a la recta final de su carrera al más alto nivel de una manera más que digna, la omnipresencia de Ramires, que no sabe conducir el balón pero te ayuda en todos lados, Mikel, Essien, Romeu y por detrás Terry, Cahill y David Luiz son garantía.
Un equipo que ha aprovechado el éxito europeo para ‘seducir’ a jóvenes talentos que recojan el testigo de la generación que encumbró al equipo londinense y que le convierte en un equipo más peligroso todavía… si las ideas de Di Matteo cuajan sobre el césped.