El libro nos permite conocer rivalidades históricas, algunas de ellas desconocidos para lector medio español, como la que existe entre Holanda y Alemania, raíz de la Segunda Guerra Mundial. También, conocer el papel de los clubes de fútbol en la Europa del este y la Unión Soviética durante la pesadilla totalitaria comunista, en tanto que el estadio era el único sitio donde se juntaba gente sin necesidad de tramitar una autorización administrativa y donde se podría gritar en público sin miedo a que te detuvieran. Por eso, en la desgraciada Rusia soviética, uno podía ser uno mismo siendo del Spartak de Moscú, el equipo de la resistencia civil, porque no pertenecía ningún estrato del Estado soviético y porque había estado ligado a personajes fascinantes, como los hermanosStarosin.
Capítulo aparte merece el repaso que realizó la cultura del fútbol inglés, o británico por ser más exactos, especialmente a la rivalidad entre los dos grandes clubes escoceses, así como la personalidad de Gascoine un futbolista que encarna el tipo medio del futbolista británico, frente a lo que él llama el jugador continental....
Uno de los problemas que tiene el libro es cuando el autor habla de algo que lector conoce bien, en este caso el Barcelona, como emblema de Cataluña. Algunas afirmaciones que aparecen en el libro son directamente falsas (señala el autor que "durante la guerra civil por ejemplo Cataluña fue la región que más resistió contra el General franco, pero el dictador se desquitó gobernando la con menos de hierro hasta su muerte en 1975"), quizá porque el autor, en busca de elementos que ayuden a darle color al libro, solo habla con nacionalistas catalanes sobre el Barcelona...
El fútbol africano, con especial interés en los casos de Camerún, y de Sudáfrica.Y el papel del fútbol en dictaduras como la Libia, como la teocracia iraní, al final la tesis del autor es que el fútbol es una buena forma de estudiar lo que pasa en sociedad reprimidas pero rara vez sirve para cambiarlas. Interesante, con todo...