Aparte del exquisito juego de la Selección española de Fútbol hay aspectos de su triunfo europeo que, junto con su valor deportivo y económico, manifiestan una sensibilidad y ejemplaridad que deberían elevar la autoestima nacional, tan decaída.
Hablemos, primero, de lo que supone el título para la economía: Soccernomics, una empresa de marketing, ha realizado un estudio para el banco ABN-Amro según el cual su impacto generará unos ingresos del 0,7 por ciento del PIB nacional, que serían de unos 7.000 millones de euros.
Otros estudios hablan del 1,4 por ciento y llegan a los 14.000 millones, lo que sin compensar la caída del 1,7 por ciento de la economía, siempre es un atenuante.
A pesar de ello, la izquierda radical y los nacionalistas que detestan la existencia de España exigen que quienes generan ese inmenso negocio renuncien a los 300.000 euros concedidos a cada jugador por sus patrocinadores: rumbosos, quieren administrar ellos el dinero.
La verdadera generosidad se ha manifestado en numerosos gestos de afecto y unidad entre los jugadores de tantas partes diferentes de España y, aparte, en dos ejemplos visibles de sensibilidad y humanidad que deben resaltarse por su valor universal.
Uno es que ese hombre apacible, el seleccionador Vicente del Bosque, lleve consigo a todas partes a su hijo Álvaro, que padece el síndrome de Down, en una imagen que podría servir de modelo para el mundo, especialmente en lugares donde ocultan, maltratan y explotan a personas así.
El otro caso es el del Capitán, Casillas, pidiéndole al árbitro que no alargara con la prórroga la agonía y la humillación del rival vencido, en un gesto caballeresco que es la señal de los héroes legendarios que permanecen en la memoria popular y en el imaginario infantil.
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SALAS