Desde muy pequeño me gustó jugar con cámaras fotográficas. Cualquier cosa que encontraba con forma rectangular la ponía frente a mi ojo, apuntaba la vista hacia algún objeto o lugar y apretaba un botón imaginario. A veces, hasta decía: “sonreí”.
Antes del año y medio me regalaron una cámara de plástico, verde y con un dibujo de Dusty, el personaje de la película “Aviones”. Digamos que me gustó, pero sentía que no podía hacer mucho con ella.
A los dos años me dieron una cámara vieja, que no funcionaba. Era de las compactas, pero de rollo, que después de cada clic había que girar una palanca para que vuelva a hacer clic. Yo solo quería que haga clic y me costaba bastante lograrlo con ese sistema (me ponía algo nervioso).
La foto que sigue es del diario de vida/viaje que me hace mi mamá todos los años (vamos por el tercero). Allí pueden ver el backstage de las que saqué en el tren y una foto con la cámara vieja. Pueden ver más sobre mi primer diario o encargarle para que les haga uno acá.
Creo que mis papás se dieron cuenta de que esas cámaras no servían para lo que yo quería y como cada vez me gustaba más sacar fotos decidieron darme una cámara de verdad. ¡De verdad!
Si bien es una cámara vieja, que tiene una mancha negra en el visor y que el sensor de colores no hace bien su trabajo, yo estaba feliz.
Apretaba el botón e inmortalizaba un momento. Apretaba el botón y mis autitos aparecían en pantalla. Apretaba un botón y esa sonrisa que pedía la tenía registrada en una imagen.
Las primeras veces la usé en casa, cuando venían amigos, cuando estábamos los tres disfrutando de nuestro hogar o cuando hacíamos alguna salida en tren (me encanta viajar en tren, ¿les dije?). Pero lo que más me gustaba era usarla en la calle. Por eso, lo que más disfruté fue llevarme la cámara de viaje. Primero a Salta y Jujuy y, después a Italia.
Les presento algo de mi trabajo (y el backstage que registró mi mamá en algunos casos). Dice mi mamá que se tentó de “retocar” algunas fotos porque podían mejorar mucho con un solo “touch”, pero prefirió dejarlas así. A mí me gustan así.
En el tren…
En una escuela rural de Salta…
En alguno de los caminos por la vía Amerina, Italia…
Algunas en Roma…
Claro que si comparo las fotos con las de mis papás, siento que me falta mucho por aprender. Todavía me salen muy movidas, las saco sin corregir ninguna variable (solo manejo el botón de on/off, el disparador y el que me permite ver la foto que saqué) y no encuadro muy bien. Aunque, como dicen algunos que saben, uno puede encontrar su estilo… ¿y si mi estilo es este?
Sé que me falta, pero ya me dirán ustedes si tengo futuro como fotógrafo…
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