Gabriela Montero para no olvidar

Publicado el 05 febrero 2013 por Pablosiana @pablosiana
Sábado 2 de febrero, 19:00 horas. Palau de la Música Catalana, Barcelona. Gabriela Montero (piano), Orquestra Simfònica del Vallès, Rubén Gimeno (director). Obras de Copland, Ginastera, Gabriela Montero y Beethoven.
Mi historia de este concierto va unida al amor por la música, a mi rara ingenuidad pese a los 54 años recién cumplidos, a la fe en las personas, buenas por naturaleza, y sobre todo a la grandeza integral de artistas como la venezolana Gabriela Montero (Caracas, 1970), cercanas en el trato, sencillas, dando todo allá donde van, aún más que en los conciertos, aunque lo escuchado el primer sábado de febrero en Barcelona formará parte de mi vida, así como los días previos.
 Confluían en este regalo tres factores: el maravilloso Palau de la Música Catalana donde aún no había asistido a ningún concierto, emblemático e histórico escenario donde Beethoven también tiene su hueco, incluyendo esta vez su Concierto "Emperador" y especialmente escucharlo en vivo por esta pianista a la que sigo hace años por internet, esperando compartir toda su maestría algún día en mi tierra asturiana donde celebramos unas Jornadas de Piano "Luis G. Iberni" que quedarán huérfanas sin su presencia. Se lo comenté al finalizar el concierto y le aseguré que tenemos dos orquestas de altura, OSPA y OvFi por si prefiere la opción acompañada... Al valenciano Rubén Gimeno (1972) que dirigió este programa ya le conocemos por aquí, por lo que la invitación la amplío al actual titular de la OSVallés, orquesta perteneciente a la Fundación del mismo nombre y modelo a seguir en estos tiempos de recortes brutales donde la música no se salva de la tijera.El concierto comenzaba con los músicos realizando el ostinato con pies y palmas del conocido tema de Queen We will rock you con unas breves palabras en off explicando el tributo a la primera obra: Fanfare for the Common Man (Copland), la fanfarria ó metales y percusión de la orquesta con el ímpetu necesario para abrir velada y considerándome uno de esos hombres comunes destinatarios de esta partitura ideal para comenzar cualquier concierto.
Después llegaría el Ballet Estancia, op. 8 del argentino con raíces catalanas Alberto Ginastera, obra que comienza a programarse con cierta frecuencia y que precisamente otros venezolanos (Dudamel y La Bolívar) han popularizado. Las onomatopeyas y gesto con arcos anticipaban el primer número (Los trabajadores agrícolas), tiempos ajustados sin buscar virtuosismo, buena sonoridad de la formación catalana aunque adoleciese de más violines para compensar el poderío orquestal que sí se intentó equilibrar con el peso en la cuerda grave (cellos y cuatro contrabajos). Lirismo en estado puro para la Danza del trigo, con solos destacados (flauta y concertino impecables) incluso con iluminación ad hoc y puestos en pie, sin olvidar ese toque didáctico del Palau, nuevamente esperando más cuerda aunque el maestro Gimeno se encargase de equilibrar masas sonoras, labor ardua con la plantilla que tiene. Los peones de hacienda devolvieron el poderío de metales y percusión, protagonistas con el "colchón" de la cuerda grave que resultó el número más completo. Y el "Malambo", Danza Final que supone una inyección de alegría donde los músicos también disfrutaron, perdonando desajustes puntuales o dinámicas algo desesquilibradas, un auténtico caleidoscopio tímbrico y rítmico con un Gimeno que transmite energía y vigor a su formación titular.
Gabriela Montero sería la auténtica "Emperatriz" de la segunda parte, primero explicando su primera composición, el Poema tonal para piano y orquesta ExPatria (2011) estrenado en Lugano el 15 de junio de 2012: "tuve la necesidad de hablar a través de la música sobre la tristeza y la incertidumbre de los venezolanos. Busqué que el público sintiera la desesperación de Venezuela en estos momentos, al margen de las estadísticas que reflejan el elevado número de muertos por la violencia en mi país". Con la partitura al piano y una orquesta que entendió a la perfección el lenguaje elegido, académico pero de nuestro tiempo, riguroso y exigente para todos, protagonismo compartido con la solista - compositora, la obra fue capaz de emocionarnos cual denuncia musical de una situación que muchos como ella no compartimos aunque el inmenso poder de la música y artistas comprometidos como Gabriela Montero estoy convencido que pueden cambiar el mundo... Al menos remover las conciencias además de las entrañas. Gimeno y la Orquesta Sinfónica del Vallés fueron partícipes de ello y el público aplaudió con ganas.
 Y llegaba el esperado Concierto para piano y orquesta nº 5, Op. 73 "Emperador" (Beethoven), esa delicia que Gabriela Montero interpretó con la limpieza, claridad y emoción a la que nos tiene acostumbrados, rubati deliciosos bien encajados con la orquesta, dinámicas de vértigo desde unos sutiles pianissimi hasta los ff superando la masa orquestal, pese a la aparente inseguridad en el arranque del Allegro, angustias aún latentes de su obra, a partir de ahí fraseos impecables, un Adagio un poco mosso donde afloró el mejor Beethoven de los movimientos lentos buscando intimismo y texturas de emociones a flor de piel, para en un suspiro donde el silencio remarca el paso de la agonía a la luz entrar en el Rondo: Allegro que devolverá la esperanza. Buen concertador Gimeno sacó de sus músicos lo mejor para dejarnos una interpretación más emotiva que excelsa donde Montero se autocoronó "Emperatriz".
No podían faltar más regalos y qué mejor que sus improvisaciones, las que la han hecho famosa aunque sea una mínima parte de su talento, auténtica catarata musical desde una técnica hepatante que puede vestir de cualquier compositor el "Cumpleaños Feliz" o tres notas al azar para poder recrear Bach, Mozart, Chopin, Prokofiev o Rachmaninov, éste supongo que empujando en el subconsciente por preparar en breve otra joya como el segundo. Éxito total de La Divina y prisas de los trabajadores que encendieron las luces de la sala porque podría haber continuado con Harry Potter, El cant del ocells o Amalia Rosa que pedíamos el público.
Sin cambiarse y a la puerta del camerino atendió uno a uno la legión de admiradores, músicos de la orquesta incluidos... No (le) importó la espera. Tenía que agradecerle este regalo, contarle el viaje Asturias - Barcelona con mi esposa el mismo sábado, la admiración como persona y pianista o hablarle de amistades venezolanas comunes igualmente comprometidas. Si ya me consideraba fan, ahora será adoración.
Gracias Gabriela