Tienes un plan. Siempre tienes un plan. A veces ese plan es riguroso, otras flexible. En cualquiera de los dos, ya se sabe, el hombre planea y Dios ríe. Vas con una idea en la cabeza, vas con una batería de preguntas, con un rumbo que quieres darle a la conversación. También vas con una idea del lugar, con una sensación de peligro que te han infundido las personas cuando comentaste tu siguiente parada. Vas rodando a Chorrillos, a ver a la dueña de una Galería de Arte, y tienes muy claro que el lugar es peligroso y que la entrevista está bajo control.
Hace unos años, Gabriela Tineo decidió dejar el caos de Miraflores, que se estaba llenando de empresas, ruido, gente, y mudarse a Chorrillos, para concretar un sueño de muchos años, “antes de estar demasiado vieja para comenzar un proyecto”. Lo hizo en octubre de 2009 bajo la figura tutelar del Ekeko, que tuvo que desaparecer luego del nombre, pero que sigue en la imagen y en el espíritu de la casona/galería, custodiándola y brindándole prosperidad.
Camino un par de calles, tranquilas, silenciosas, soleadas, y llego a la emblemática casona de paredes azules y puertas blancas. Cuando ella, la dueña de La Galería Delbarrio, me abre la puerta, el tiempo se acelera de golpe, me muestra la exposición, la tienda, su oficina, y cuando me doy cuenta voy por la mitad de mi café, ella por su segundo cigarrillo y noto que ni siquiera he abierto mi cuaderno de notas. “Yo me imagino esto [la galería] como un peque-peque en mitad del Amazonas, por ratos turbulento, por ratos tranquilo”, me dice Gabriela mientras enciendo la grabadora y comienzo a remar.
Su relación con la casona, y con Chorrillos, viene de muchos años. En los 90, cuando trabajaba en la Oficina de Cooperación Técnica de la Embajada de Italia en Lima, cerraba toda la calle del apartamento que tenía alquilado por esta misma zona, para hacer parrillas con sus amigos artistas, diplomáticos, vecinos, y todo el que pasara. “Eso es lo que me encanta: ser un catalizador para que ocurran cosas”, dice. “Hacer match entre oportunidad y necesidad. Juntar gente que de otra manera no podría juntarse, o que sería mucho más difícil”.
Al llevar ese espíritu a la creación de la primera galería de un distrito popular como Chorrillos eso se traduce en lo que ella misma llama un experimento social: “es democratizar el arte, que mucha gente lo entiende como tener cosas baratas, pero no. Es llevar arte a un segmento que no puede consumirlo, pero que puede relacionarse con él”. Por eso también tomó la bandera de la estética pop con tanta firmeza en los primeros años de la Galería Delbarrio, para hablar de la peruanidad a través de una plástica que fuese más atractiva para los jóvenes y, por qué no, reinventar conceptos de peruanidad. “Estamos atracados históricamente en el chullo, el poncho y las ojotas”.
Gabrielo posa frente a la puerta de Galería Delbarrio, ubicada en el distrito de Chorrillos. / Foto: Jaime Gassner
Para Gabriela Tineo, quebrar ese cliché va mucho más allá de razones estéticas. Ella ve en el arte la potencialidad de ser una “argamasa de cohesión social”, al incluir de una manera crítica y reflexiva el riquísimo bagaje cultural peruano al discurso del arte contemporáneo. Para ella, Perú es una mujer violada, “una mujer violentada, que con ayuda puede superar su trauma de violencia o no, depende de la chamba que haga y depende de las herramientas que tenga para lidiar con lo que le ha ocurrido. Tenemos que por lo menos asumirlo para ya poder cambiar de página. Hay un potencial brutal, pero parte de este conflicto está relacionado con él”. Tal vez el arte, sin grandes certezas, pero sí con propuestas, pueda ser parte de esta terapia.
Hace seis años nadie quería exponer en la Galería Delbarrio. Pero con inteligencia, con propuestas atractivas y con el deseo de cambiar las cosas, Gabriela Tineo ha ido atrayendo a artistas, para remar juntos en el peque-peque. Se ha aliado con Diego Villarán y su ONG para contribuir a darles opciones a los chicos de Alto Perú y quiere rescatar la caleta de pescadores de Chorrillos. Su visión crítica de la realidad peruana es directamente proporcional a su voluntad de trabajo y su accionar.
Me alejo de la Galería Delbarrio, disfruto de la brisa marina y la calma de esas calles con aire antiguo mientras pienso en lo que me respondió Gabriela cuando le pregunté sobre la forma en que me habían descrito la zona y sus peligros: “La Lima bien no tiene mucho que hacer por acá que no sea comer o ir a un conocido club. Es un distrito popular, pero ¿la pobreza te tiene que dar miedo?”. También pienso en que de las preguntas que llevaba habré hecho un par con suerte, de lo mucho que disfruté la tarde con café y cigarrillos con Gabriela, de todos los temas, de dejarme llevar. El hombre planea y Dios ríe.
Hazael Valecillos (@HazaelVV) lee, escribe y divide entre dos cifras. Las primeras dos las hace en Lima, la tercera en una calculadora.