Gaia: la resurrección de la diosa madre

Publicado el 14 marzo 2020 por Redespress60

Cuando parecía que las antiguas religiones matriarcales habían terminado por ceder terreno al patriarcado de dioses como Yahveh o Alá, en el mundo occidental volvió a levantar cabeza el culto a la Diosa Gaia, a la Madre Tierra. El adelanto vino con la Hipótesis Gaia, postulada por James Lovelock, que ha sido interpretada de una manera religiosa. Echemos un vistazo a lo que quizás podría ser la resurrección de la Gran Diosa Madre…

Gaia (Gea) es una diosa de la mitología griega que personifica la Tierra Madre. La leyenda de la creación de Gea es por lo tanto el de la creación de la Tierra, la que se originó gracias a su creación del Bing Bang de la vida. Gaia engendró con Urano varios hijos, pero fue Cronos quien pudo liberar a la diosa enfrentando a su padre, cortándole los testículos y tirándolos al mar, donde nació Afrodita. Esta diosa fue también quien convenció a Rea para que engañara a Cronos, quien solía comerse a sus hijos, dándole una piedra. Así fue como pudo sobrevivir Zeus.

La teogonía del poeta griego Hesíodo relata que tras el caos surgió Gaia, la del amplio pecho. Esta diosa fue durante mucho tiempo la diosa más hermosa, hasta que nació Ourea, engendrada por Gea, con la intención de alejar a los dioses que la acosaban, como Nix y Erebo. En el comienzo, habían tres dioses: Gaia, el Caos y Eros. Por fuerza de Eros la diosa comenzó a parir por sí misma y sin necesidad de varón a diversos dioses y criaturas hasta poblar el mundo.

En el arte clásico, Gea era representada de dos formas distintas. En las vasijas de Atenas se muestra como una mujer vieja, medio levantada del suelo, donde le ofrece el bebé Erictonio a Atenea, para que lo críe. Más adelante, la diosa es representada como una mujer reclinada sobre la tierra, rodeada por los Karpoi, dioses de los frutos de la tierra.

En un tiempo, el culto a la Diosa Madre desapareció. Una muestra de esto es el mito de Hércules, quien tuvo que pelear con Anteo, hijo de Gea. Hércules descubre que su contrincante es imbatible, porque cada vez que cae a la tierra, contacta con Gaia y recupera sus fuerzas. Hércules lo lanza al aire y lo estrangula. Fue así que las religiones patriarcales intentaron poner a la diosa Gaia como la malvada de la historia.

La diosa Gaia es representada hoy en día como una mujer embarazada muy grande, con una gran belleza. Algunos la muestran como una mujer vieja y llena de árboles, pero plena de vida, como lo es la Tierra.

James Lovelock

La ciencia resucitó a Gaia

El inventor James Lovelock definió Gaia como una ciudad compleja que implica a la biosfera, atmósfera, océanos y tierra; constituyendo en su totalidad un sistema cibernético o retroalimentado que busca un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta. La Tierra parece regularse a sí misma acorde a un plan, y la integración de todos los seres vivos la hace funcionar como un gigantesco organismo pluricelular.

James Lovelock nació en Inglaterra en 1919. Pasó a la historia por una idea sumamente simple y que, al decirla, parecería de sentido común, pero cuyas premisas formales fueron ampliamente cuestionadas por la comunidad científica a finales del siglo XX. La idea, expresada en una sencilla frase es: la Tierra se comporta como un organismo, y tal vez lo que molestó a los científicos más ortodoxos fue que ese organismo tuviera un nombre con el que el gran público pudiera relacionarse: Gaia, la madre tierra.

Lovelock se graduó en química y trabajó para el gobierno británico durante la Segunda Guerra Mundial, lo cuál llevó a la invención del detector de captura de electrones, que permitió detectar componentes tóxicos en regiones tan remotas como la Antártida (el trabajo del científico mexicano y premio Nobel Mario Molina estuvo en gran parte inspirado por el trabajo de Lovelock). Dichas habilidades pronto fueron reconocidas por otro cliente importante, la NASA. A partir de los años 60 Lovelock trabajó en California para la agencia espacial, desarrollando un proyecto para verificar la existencia de vida en el planeta Marte.

Según Lovelock no era necesario enviar naves al planeta rojo para saber si este tenía vida o no: bastaba observar las condiciones ambientales de Marte y compararlas con las de la tierra. Fue este proceso el que lo llevó a desarrollar la idea de que un planeta no solamente puede albergar vida en su interior gracias a su composición atmosférica, sino que de algún modo dicho planeta –este, el nuestro– es vida. Si la Tierra es vida en sí misma, es dable pensar que puede comportarse como un organismo.

Aunque el argumento por entender un planeta como un organismo vivo cobraría adeptos y detractores en los años siguientes, no fue Lovelock mismo quien propuso el nombre de “Gaia” para su teoría, sino uno de sus más cercanos amigos, el escritor William Golding, a quien tal vez recuerden por la exitosa novela El señor de las moscas. Golding sugirió el nombre de Gaia, como la antigua diosa griega de la Tierra, además de motivar y seguir de cerca los progresos de su amigo.

Lovelock hizo pública su teoría a principios de los 70, y fue entonces cuando encontró a su siguiente colaboradora en la microbióloga, la norteamericana Lynn Margulis. El paso hacia la colaboración fue natural: Margulis era una ferviente creyente de la simbiosis (la idea de que los organismos colaboran unos con otros para beneficiarse mutuamente), lo que finalmente ocurrió en su trabajo con Lovelock. Sin embargo, Margulis no era tan entusiasta en cuanto a las consecuencias míticas y filosóficas de la teoría de Gaia.

Margulis ya tenía para entonces un nombre hecho dentro de la comunidad científica gracias a sus estudios al respecto de la simbiosis en organismos pluricelulares. Para ella, las células complejas (eucariontes) estaban formadas de células más básicas o primitivas (procariontes); dichas células, según su teoría, se volvían “organelos”, partes funcionales de dichas células complejas. Para alguien con estos antecedentes era mucho más fácil relacionarse con la misma dinámica que había visto en organismos microbiológicos en una escala mayor, por lo que comenzó a colaborar con Lovelock escribiendo textos a favor de la teoría Gaia.

Un argumento que desarrollaron juntos, por ejemplo, habla de que la temperatura del Sol durante la vida de la Tierra no ha permanecido constante. La edad de nuestro planeta se calcula en unos 4.5 mil millones de años, durante los cuales la temperatura del Sol ha aumentado en la misma proporción periódica. ¿Por qué esos aumentos de temperatura han seguido permitiendo la vida en la Tierra? Lovelock y Margulis pensaron que se trataba de que la vida misma en nuestro planeta cambia la composición de los gases terrestres, y que al hacerlo, logra moderar y atenuar los efectos de la radiación solar. Justo como un cuerpo suda cuando hace calor o tiembla cuando hace frío, la Tierra regula sus niveles de calor a través de los organismos más pequeños que la habitan.

El culto a Gaia

Llegó la década de 1980, y con ella explotó el movimiento New Age. Como ha sucedido en otras ocasiones, el debate científico trascendió, y hubo quienes extrajeron una nueva religión de ello: el culto de Gaia. De esta manera, Gaia se transformó en la más importante de las diosas neopaganas adoradas en los círculos de la New Age.

Los científicos parecían haber probado que la Tierra era en verdad un organismo vivo (Lovelock jamás afirmó esto), y además, estaba la idea de recobrar una diosa ancestral. El movimiento New Age deseaba por supuesto regresar a las raíces culturales de la Humanidad, y al final del camino estaba el culto a la Tierra, llámese la Gaia de los griegos o la Pachamama de los antiguos pueblos andinos. De esta manera, el culto de Gaia prendió fuertemente, y surgieron varias sectas en torno de esta diosa resucitada.

Muy pronto aparecieron libros sobre jardinería Gaia, retiros Gaia, iglesias de Gaia, música, arte, así como grupos de ecologistas radicales y ecofeministas, así como los paganos de California. Un caso especialmente curioso fue el de un hombre nacido en Missouri en 1942 bajo el nombre de Timothy Zell, que bajo el nombre de Oberon Zell-Ravenheart que no sin modestia se describe a sí mismo como “psicólogo transpersonal, metamédico, naturalista, teólogo, chaman, escritor, artista, escultor, conferencista y maestro”. En su papel de ministro de la Iglesia de Todos los Mundos fue uno de los muchos “pseudocientíficos” por los que la comunidad científica veía con recelo las teorías de Lovelock.

Las religiones tienden a cambiar cuando lo hacen sus adoradores, y el mayor y más solapado cambio religioso que se está produciendo, es el retroceso de los dioses patriarcales y el advenimiento de las diosas, como correlato del crecimiento del poder femenino en el interior de las sociedades occidentales. Este movimiento fue presagiado ya en 1965 por Frank Herbert, quien en su novela “Dune” anunciaba que la exploración espacial iba a destruir a los antiguos dioses patriarcales, e iba a crear una religión del inmanentismo cósmico, encarnado como una especie de diosa del vacío estelar, y en “Dune”, no por casualidad, la fuerza política más importante del universo era una cofradía de mujeres, las llamadas brujas Bene Gesserit.

Gaia no es la única diosa que se ha puesto en la carrera por revitalizar el papel de las diosas. Hace unos años el éxito de “El Código Da Vinci” giraba en torno a la revalorización de María Magdalena como compañera de Jesús. Y dentro de la propia Iglesia Católica, hace tiempo que existe un fuerte movimiento mariano, que le otorga un poder cada vez mayor a la Virgen María. El éxito relativo de Gaia refleja una tendencia de los tiempos: después de unos tres o cuatro milenios a la penumbra de los dioses, quizás las diosas estén por tomarse una revancha fulminante. Después de eso, la historia de las religiones no volverá a ser lo mismo.

La teoría Gaia ha provocado pasiones a favor y furores en contra. Lovelock fue condecorado en el 2006 con la Medalla Wollaston, el más grande honor de la Geological Society of London, tal vez porque sigue pesando más lo provocativo de su teoría y sus implicaciones que sus puntos en contra. Aunque la teoría de Gaia no se haya hecho de un lugar en el anaquel de la ciencia moderna, una rama de estudios que ven a la Tierra como un sistema interconectado permea poco a poco en las discusiones.

Fuentes: Cultura Inquieta // Hermandad Blanca