Gais, lesbianas y trans. La violencia más allá de la pandemia.
por🕊@psicologodiaz
Ser gay, lesbiana y trans en tiempos de pandemia puede ser una verdadera pesadilla. Momento en donde la discriminación, la violencia, exclusión y segregación pueden mostrar su peor cara.
Hoy el gobierno hace un fuerte llamado a respetar la cuarentena, encierro obligatorio en algunas comunas y otro como un gesto de empatía a la comunidad.
Lamentablemente este llamado que desde el punto de vista sanitario está en lo correcto para evitar la pandemia, para muchos que conformamos las llamadas minorías sexuales se vive a punta de agresión y maltrato, se está conviviendo cara a cara con lo no deseado. Sabemos que esto no se da en todos los hogares y a la vez sabemos que esos espacios de contención y cobijo son los menos, destacando sobre ellos los que promueven la violencia y el castigo.
En este sentido podemos encontrar violencia física, psicológica, económica, sexual y por omisión (esta última guarda relación con la negación de algún producto de primera necesidad al interior de dicho hogar).
La población más afectada se encuentra la comunidad trans, muchas veces personas que evitan estar en sus hogares y que hoy a falta de un refugio estatal deben permanecer en las mismas casas que los hicieron crecer a costa de violencia. Para muchos que conforman la comunidad trans se abren las heridas de prejuicio y discriminación que vivían desde sus propios seres queridos, estos también fueron víctimas de acciones correctivas en sus propios hogares, insultos, golpes, privación de alimentos y lo peor el cero respeto por su nombre social. El impacto psicológico que está violencia estructural genera demora años de sanar con Psicoterapia, llevándonos a los profesionales de la salud a no trabajar bajo el perdón ni olvido sino la resignificación de lo vivido.
Las promesas del refugio trans poco llegaron y salvo una importante excepción iniciada por el Sindicato de trabajadoras sexuales Amanda Jofré, este es solo una estación de respiro entre toda la violencia, es imposible pensar que una organización de la sociedad civil se haga cargo de un problema país.
Muchas veces la realidad que se vive al interior de los hogares de gais, lesbianas y trans, pasan a ser puntos de agresión que nos recuerda que detrás de un discurso inclusivo y banderas al viento no existe nada más que violencia y agresión.
Si bien para la población Trans existe hoy la ley de identidad de género, todos sabemos que no basta solo un papel si no hay educación sexual. En la actualidad muchas de las personas trans están siendo llamados por su nombre de nacimiento, obligados u obligadas a ocupar su ropa según género de nacimiento y exigiendo les un comportamiento bajo la mirada binaria patriarcal ortodoxa.
Como es de esperar las mujeres lesbianas también son afectadas y como regreso al siglo pasado, plenos años 50, vuelven los controles sobre ellas, las llamadas parecen ser atendidas por más de un oído, la madre, hermanas, sobrinas desean saber con quién habla la camión, volviendo la frase burlesca de mari macha, esa frase que muchas veces la arrojo sobre la cama con el deseo de quemar todo. Los gais, si bien gozamos de las migajas patriarcales la violencia será según la expresión de nuestra manera de sentir nuestro cuerpo y mente, acá la loca experta en resiliencia se transforma rápidamente en el punto de entretención de la familia, rompiendo con sus anécdotas las miradas flagrantes del desprecio de papá y la impotencia de mamá. Hoy cuando se pide no salir de casa es importante recordar el doble esfuerzo que hacemos gais, lesbianas y trans por estar en una casa que no es un hogar. Las políticas improvisadas del gobierno de turno nos debe considerar como personas en daño crónico social, por falta de educación, visibilización y atención adecuada.