La semana pasada entregamos las láminas de Álvaro Ortiz del concursillo de relatos de este blog en un acto solemne celebrado en el centro de Zaragoza sin la presencia del artista, que anda haciendo arte en Noruega (no es coña, tenemos una panda muy internacional).
Fue una ceremonia llena de glamour en la que intervinieron destacadas personalidades del mundo cultural, como el camarero del Praga, que vino a preguntar qué queríamos y anotó con diligencia nuestras peticiones de jarras de cerveza. También intervino un chaval que iba vendiendo gafas de sol y abalorios y otro que ofreció al respetable copias piratas de Inception. El catering se completó con un bolsón de cacahuetes de frutos secos El Rincón.
Aquí están los premiados, parapetándose tras sus propios premios y agradeciendo con mucha efusión los honores recibidos.
A la izquierda, Alberto del Malo, y a la derecha, Rondabandarra. Los vasos vacíos que asoman debajo de ellos no contenían ninguna bebida alcohólica. Juro ante sus madres y esposas que eran cola-caos desnatados.
El público respondió de forma entusiasta, siguiendo con gran atención los discursos y los chistes de la gala. Tal que así:
Después de cervecear en el Praga nos tomamos unos pinchos por el Tubo, donde Pablo se convirtió en musa de unos chicos remodernos con muchos piercings con los que no se aburrió nada.
Pocos días después, servidor volvió a darle al pimple y a la comida en una celebración familiar. Aquí nos tienes -menos a mí, que hago la foto-, a mi hermano, su santa, mis padres, mi santa y mi santillo. Lo del centro es un arroz con bogavante que nos dejó K. O.
Se celebraban varias cosas, entre las cuales creo que se incluía mi inminente 31 cumpleaños. Los 30 me dieron igual, pero los 31 me están tocando un poco las gónadas, así que agradezco que no se haga sangre con el tema.
Días de celebración, de beber y de comer y de compartir charla con buena gente. Días chulos.
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