Galápagos: en la isla de santa cruz

Por Merche_62

Recién llegados a las Galápagos nos alojamos en la isla de Santa Cruz. Esta mañana, tras un desayuno frugal en el único establecimiento que se encontraba abierto a las 7am, nos dirigimos caminando hacia Tortuga Bay.


Una vez allí, nos inscribimos en un libro de visitantes. Por lo que vimos, tan sólo habían entrado 12 personas. Nos dieron las indicaciones pertinentes porque la isla en sí es un parque nacional y entramos por un sendero marcado donde vimos lagartijas, árboles autóctonos como el manzanillo y varias especies de cactus.

Al final del camino llegamos a Playa Brava, espectacular con la arena blanca, pero con un fuerte oleaje, por lo que optamos por no bañarnos. Era una bonita estampa la que teníamos ante nuestros ojos, parecía que nos encontráramos en el fin del mundo con las iguanas mirándonos, siendo testigos de nuestra visita.
 

También vimos junto a las rocas volcánicas cangrejos rojos (los adultos) y otros más pequeños negros. Las tijeretas nos controlaban desde lo alto zigzagueando con su vuelo, en el mar se encontraba algún que otro pelícano, pájaros negros y otras aves.


En dirección a Playa Mansa, había grandes iguanas que correteaban de forma patosa al vernos llegar. Aquí también se encontraban los nidos de las tortugas gigantes que vienen a desovar junto a unos indicadores de “Stop” para no pasar.



A partir de las 5pm ya no era permitido el acceso a la playa para dejar a los animales tranquilos. Aquí también se encuentran iguanas, aves y algún pequeño tiburón martillo que merodea por la orilla.


Era nuestro primer baño del año en Playa Mansa, el sentirnos solos en un lugar tan paradisíaco y rodeados de fauna, hizo que nos sintiéramos afortunados. Después del baño nos cobijamos a la sombra de unos árboles para protegernos del sol ya que el calor comenzaba a acrecentar.


El momento de vuelta de la playa a la capital de la isla Puerto Ayora, se hizo agotador pero al llegar al Hotel Histórico, barato y céntrico, descansamos un poco y por la tarde nos fuimos hacia la Fundación Charles Darwin, a 1km tan sólo del alojamiento.


En la fundación, más de 200 científicos y voluntarios estudian a las tortugas gigantes de las islas Galápagos. Disponen de un programa de conservación y la visita de la casa de las tortugas bebé y la misma fundación es gratuita.


Luego nos fuimos hacia la Playa de la Ratonera y las iguanas se encontraban por el sendero de arena tomando el sol. La playa volcánica de arena blanca se encontraba casi vacía  y disfrutamos de la vista.



Más tarde habíamos contratado un taxi para ir a la reserva de tortugas, ubicada en un rancho privado a las afueras de la capital. Don Carmelo, el taxista que nos llevaba, era procedente de Baños y vivía en la isla desde hace más de 40 años. 

Nos explicaba que por el pueblo que acabábamos de pasar, había una anciana de 105 años,  casi de la misma edad que las tortúgas que íbamos a ver. Y que una vez al año se reunían para contar leyendas y otras historias del lugar. 

Una vez e el rancho, acompañados de un guía, nos explicaba que de las 16 especies de tortugas que existían en la isla, se había reducido a 11 y que las hembras hacían un trayecto de 15 km para guardar sus huevos de los que sólo se salvan un 30 por ciento. Su estómago es muy rudimentario y al defecar sale casi todo intacto. Algún ejemplar de las que vimos llegaba a los 160 años.
Las tortugas sólo quedan embarazadas una vez al año y poseen un sistema muy especial de retener el semen del macho para fecundarlo cuando acaben el sendero de los 15 km y así asegurarse en el desove que queden bien fecundados.


Al atardecer paseamos por el muelle y en el puerto pudimos contemplar la puesta de sol junto a los leones marinos tendidos a la “Bartola” y las tijeretas que nos observaban desde lo alto.