Pocas cosas pueden hacerme tan feliz como pasar una tarde familiar en el campo y venir cargada de tesoros: flores frescas, fruta recién colectada. Y este fin de semana ha tenido mucho de eso, momentos compartidos con amigos, aire libre, toneladas de risas, clases improvisadas de jardinería y recolección de ciruelas.
El domingo mi casa rezumaba de olor a flores y fruta, unido a una tarde de lluvia con A padre viendo la final del mundial y A hijo durmiendo la siesta. ¿Qué podía hacer? Cocinar y aprovechar para practicar fotografía en el interior de casa. Teniendo mi hogar repleto de hortensias, no podía dejar de inmortalizarlas.
Mientras mi cabecita iba pensando en qué aprovechar las ciruelas que nos habíamos traído y que o les sacaría partido pronto o acabarían por estropearse. Entonces me acordé de las Galette, esas ricas y rusticas tartas de fruta, servidas templadas y con una bola de helado de vainilla, se convierten en la merienda perfecta.
Yo he cambiado un poco la receta tradicional, usando harina de espelta para la masa y ni una gota de azúcar. Debo decir que la masa con esta harina es más complicada de trabajar, se rompe con mucha más facilidad y el resultado de la Galette no es tan perfecto, sino un poco más rustica, pero no por ello menos deliciosa.
Vamos allá entonces, manos a la masa.
Espero que os haya entrado el gusanillo por probarla, es sencilla de hacer, sabrosa y muy resultona. Si os animáis a probarla no dejéis de etiquetarme para conocer vuestras opiniones. Un abrazo.