Alberto Gallardón se ha caracterizado por ser un tipo tan astuto como prudente. Pero, esos atributos no impidieron que, en contadas ocasiones, hiciera gala de comportamientos excesivamente conservadores. De hecho, cuando Gallardón era todavía un joven concejal, dijo que la revista cultural Madriz, editada por la concejalía de juventud del Ayuntamiento de Madrid, era una "porquería repugante, pornográfica, blasfema, en el sentido jurisdiccional de la palabra, contraria a la moral y a la familia". Como se puede ver, es posible ser muy conservador, pero a la vez nada moderado. Enrique Tierno Galván, aquel entrañable y admirado alcalde de Madrid, declaró al respecto que "Los jóvenes sacan una revista en la que se usa un lenguaje que yo no empleo, pero que se habla en la calle. Los carrozas se han enfadado y han aprovechado la ocasión para atacar al ayuntamiento"[1]
A pesar de ello, Gallardón siempre ha dado la impresión de ser una persona inteligente, cosa que no niego en absoluto, pero a veces la ambición sustituye a la estrategia y desata nuestros más bajos instintos. Es peligroso sobrealimentar a la ambición. No hay que olvidar que desde que ha llegado al ministerio le han acompañado una serie de decisiones polémicas y marcadamente conservadoras. Podría hablarse de cómo pretendía restringir el aborto, incluso en los casos de malformaciones. El aborto es un importante problema de coherencia dentro del Partido Popular, porque si bien para su electorado más conservador y católico (valga la redundancia) el aborto no es válido porque la vida del futuro niño debe protegerse incluso en su estado embrionario; su ala más liberal (si existiera) dudo que pudiera consentir intromisiones del Estado, en asuntos tan privados como es el hecho de que una mujer decida tener, o no tener, un hijo. En cualquier caso, lo más inteligente para el PP habría sido ignorar este asunto, porque, aunque en un momento dado pudiera ser usado de cortina de humo o como pago electoral a ciertos sectores, no suele ser electoralmente rentable menoscabar derechos.
Sin embargo, Gallardón, no satisfecho con aquello, optó por apoyar la esterilización forzosa en las personas con discapacidad. No puede pasarse por alto la siniestra paradoja que se establece en colación con el tema del aborto: primero les “obligaría” a venir al mundo, pero luego les negaría la posibilidad de tener descendencia. Esto es muy peligroso, ya que se está hablando de criterios eugenistas, e irremediablemente nos viene a la cabeza el paralelismo con la Alemania Nazi en donde se esterilizaron aproximadamente a 400.000 personas por no considerarse aptos.
Empero, Gallardón no se detuvo aquí y decidió que había que castigar a las personas que ayuden a los inmigrantes sin papeles. ¿Cómo encajar este despropósito con la moral cristiana? Podría hacerse así: <<Dar de comer al hambriento y de beber al sediento, siempre que tenga papeles, de lo contrario será pecado>>. No obstante, no es para bromear, ya que la reforma del Código Penal prevé que quien “intencionadamente ayude a una persona que no sea nacional a entrar en España o a transitar, será castigado con una pena de multa de tres a 12 meses o prisión de seis a dos años”. Es decir, quien acoja en su casa a un inmigrante, en estas circunstancias, podría llegar a acabar en la cárcel.
Para el final he dejado aquel eufemismo con el que el PP está dando a conocer la cadena perpetua que trata de introducir en España. Me refiero a la prisión permanente revisable. Si algo es permanente, y siguiendo siempre a la RAE, es que permanece, y permanecer es justamente “mantenerse sin mutación en un mismo lugar, estado o ciudad”; ergo si se revisa ya no es permanente, a no ser que no se pretenda revisar. En cualquier caso, el fin de las penas, y aquí hay que recurrir al gran Cesare Beccaria, es “impedir al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales. Luego deberán ser escogidas aquellas penas y aquel método de imponerlas, que guardada la proporción haga una impresión más eficaz y más durable sobre los ánimos de los hombres, y la menos dolorosa sobre el cuerpo de reo”[2]. Beccaria, por tanto, ya advirtió la necesidad de que las penas, siendo proporcionales, disuadan de la comisión del delito. Es sabido que en EE.UU. no se cometen menos delitos porque haya pena de muerte. De esa manera, Beccaria concluía que no era la dureza de las penas las que disuadían de cometer el delito, sino la certeza de que éstas se cumplieran, por lo que no hacía falta que se previeran penas desproporcionadas.
Dejando a un lado la política penitenciaria, tuvo que ser un griego quien diera con la solución: "Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres." Sin embargo, eso correspondería a Wert y, dado sus recortes, es probable que no coincida con el filósofo. En cualquier caso, Gallardón parece ser el Caballo de Troya que usa el PP para sus políticas más duras, más ancoradas a la derecha. El ministro, al respecto, no debe olvidar que fueron estas políticas las que, probablemente, ya la acarrearon en abril del año pasado (2012) que se desplomara su imagen[3].
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[1] http://elpais.com/diario/1984/04/23/madrid/451567457_850215.html[2] BECCARIA, Cesare. De los delitos y las penas, pág. 51. Alianza Editorial.[3] http://politica.elpais.com/politica/2012/04/14/actualidad/1334426143_253248.html