Otro San Valentín solitario, me cobijaba de la lluvia y el viento delante de mi chimenea cuando de pronto mi guarida empezó a crujir y a temblar. Y antes de que me diera cuenta de lo que pasaba salimos por los aires dando vueltas como un trompo.
Por lo que pudiera pasar, me agarré a la bandeja donde llevaba la merienda para no quedarme en ayunas si salía vivo del vuelo.
Cuando estaba pensando que nunca iba a parar se hizo el silencio momentáneamente y acto seguido nos estrellamos contra en suelo con gran estruendo.
Salí de los restos de mi pobre morada para descubrir espantado que había aterrizado sobre una persona, sus piernas asomaban bajo los escombros calzadas con lo que parecían unos Christian Louboutin auténticos de suelas coloradas.
Estaba allí pasmado decidiendo que hacer cuando apareció una bruja, no había duda: gorro de cucurucho, escoba... Pero una bruja buena buena, por no decir buenorra. Me informó de que era un héroe ya que las piernas aplastadas pertenecían a una bruja malvada y opresora.
Eso no me consoló lo más mínimo, no estoy nada a favor de la pena de muerte. Ignorando a la maciza me lancé a escarbar en los escombros. Por suerte, la bruja mala aún respiraba, y conseguí que abriese los ojos tras utilizar todas la maniobras de reanimación que sé.
¡No veas qué alivio! La bruja me agradeció el esfuerzo y yo tampoco me entretuve mucho explicándole que la casa que le había caído encima era la mía, ejem.
Me contó que tampoco era tan malvada como decían, simplemente había optado por una carrera en la burocracia de Oz dejando algunos cadáveres por el camino, metafóricamente hablando, claro. Ahora se arrepentía de ser tan competitiva. Yo, que estoy en pleno proceso de cambio de imagen, enseguida me sentí identificado.
Le dije que siempre estaba a tiempo de cambiar su karma y que tenía que tomar lo de la casa como un aviso, ejem, ejem. Que mejor ocasión para dar la vuelta a las cosas.
Decidió hacerme caso, quería disculparse con todos a los que había hecho daño. Llamó a la otra bruja y tras regalarle los zapatos y calzarse unas alpargatas de esparto, los tres merendamos mis galletas linzer tan ricamente.
Me propusieron ir con ellas por el carril bici amarillo a la ciudad Esmeralda, por lo visto tiene una vida tremenda. Ya estaba dudando entre ambas, era indudable que había tema, cuando una viga de mi maltrecha casa me cayó encima dejándome sin sentido.
Al despertar estaba otra vez sólo en el sillón ante la chimenea, mi merienda había desaparecido y de ligar ni hablamos.
Galletas Linzer
250 gr de harina floja-repostería
1/2 c.t. de levadura
75 gr de almendras en polvo
60 gr de azúcar glas
1 Pizca de sal
1/ 4 c.t. de canela
1/4 c.t jengibre en polvo
70 gr de mantequilla
40 gr de azúcar
1 c.p. de esencia de vainilla
2 gotas de aroma natural de almendras
1 Huevo grande
Mermelada, en mi caso de fresa y mora
Tamiza la harina junto con la levadura y reserva.
Mezcla en el vaso de la batidora la almendra en polvo, el azúcar glas (50 gr.), la sal, el jengibre y la canela.
Añade la mantequilla con el azúcar normal y bate todo hasta que la mezcla sea cremosa.
Incorpora entonces la esencia de vainilla, las gotas de esencia de almendra y el huevo batido; bate hasta que se integre todo bien.
Echa poco a poco mezcla de harina y levadura que teníamos reservada removiendo con una espátula hasta formar una masa. Haz una bola y envuelta en film transparente y refrigera un par de horas.
Precalienta el horno a 170º.
Estira la masa con un rodillo hasta que tenga unos 3 ml. y con un cortapastas cortamos las formas deseadas. Los mios hacen los vacíos del centro a la vez, pero sino puedes usar uno normal uy otro mas pequeño para hacer el vaciado.
Hornea a 170º sin aire, durante unos 10 min. en la mitad inferior del horno vigilando que no se tuesten.
Saca las galletas del horno que estarán ligeramente tiernas y ponlas en una rejilla hasta que se enfríen completamente.
Pon un poco de memelada en la mitad sin agujero, une la parte de arriba y espolvorea con azúcar glas, así la mermelada húmeda no perderá brillo pero quedará mas sólida.