Uno de los clásicos españoles con sabor "setentero". A mi me transportan a mi niñez, cuando en los aperitivos dominicales previos a la comida la querida tía Carmina las preparaba en su cazuelita de barro.
Es una ración un poco "viejuna", pues tiene un guiño clasicote, pero tenemos que enseñarles a nuestros hijos los platos de antaño. Me sorprendí de que mis hijos jamás las hubieran probado y me lancé a prepararlas de inmediato.
Se trata de un plato extremadamente sencillo. Lo más tedioso es pelar las gambas crudas, pero incluso se puede pedir a algún "pinche" en casa que nos ayude o bien optar por las gambas congeladas peladas (en detrimento del sabor).
Como no tenía en ese momento guindillas lo que hice fue espolvorear con pimentón. Dulce o picante a vuestra elección.
¿Os venís a los años 70?
Para 4 personas:
- 500 g de gambas (que al pelarlas se quedarán en 400 g)
- 2 dientes de ajo
- aceite de oliva virgen extra (AOVE)
- sal
- guindilla
Se pelan las gambas, retirando la cabeza y se reservan.
Se pone en una cazuela de barro (o en sartén corriente si no tenéis cazuela) aceite de oliva y se doran los ajos laminados a fuego medio-bajo sin que se quemen. la idea es que impregnen el sabor a ajo al aceite y se ablanden. Se añade la guindilla.
Una vez fritos los ajos se añaden las gambas peladas. Se deja que se cocinen, pero no mucho tiempo, pues si se hacen mucho se resecan. Se van moviendo con cuchara de palo.
Se sirven inmediatamente, aunque os abrasaréis si os lanzáis, pues el barro mantiene mucho el calor.
Se acompaña con un buen pan para mojar la "salsita" que dejan.