La entrega de los Premios Emmy ha deparado alguna sorpresa, como el contundente reconocimiento a la serie Homeland, sin duda el estreno más importante de la pasada temporada. Pero también nos ha descubierto una de esas producciones hechas para televisión que tiene la gran virtud de dotarse de un empaque envidiable: la tv-movie Game change, que fue en realidad la gran sorpresa de la noche. American Horror Story. De entrada, no se entiende qué hace esta producción nominada en la categoría de miniserie, cuando su primera temporada constaba de trece episodios, mientras que Downton Abbey, que en su segunda temporada tenía ocho capítulos, aparece en la categoría de Mejor Serie Dramática. Lo cierto es que American Horror Story, que ya ha lanzado los previos de su flamante nuevo estreno, ha sido uno de los acontecimientos del año. Extraña, oscura, a veces ininteligible pero siempre hipnótica, parece que tendrá que esperar más tiempo para recibir algún premio. Aunque Jessica Lange se llevó el de interpretación secundaria que estaba en todas las quinielas.
Que Homeland se haya impuesto a pesos pesados como Boardwalk Empire, Juego de tronos, Breaking bad (en una de sus mejores temporadas), Downton Abbey o Mad men (la gran triunfadora de los últimos años) tiene su mérito, sin duda. Pero lo cierto es que la serie basada en una producción televisiva israelí ya venía precedida de su éxito de crítica y audiencias, y tampoco ha sorprendido tanto. Pero sin duda la gran sorpresa ha sido el rotundo éxito en la ceremonia de los Premios Emmy de la película Game change. Repasemos sus principales rivales:
Frente a este quinteto de producciones de gran altura, Game change se ha despachado con nada menos que cuatro premios: Mejor Miniserie o Película, Dirección, Guión e Interpretación femenina (Julianne Moore). Pero ¿de qué va Game change y por qué ha obtenido tantos premios?
Si se piensa bien, en el contexto de unas elecciones presidenciales en marcha, su éxito no es tan sorprendente. Porque Game change se introduce en la contracampaña que lideró el senador John McCain en 2008 frente al huracán mediático de un tal Barack Obama. Y esa campaña consistía en encontrar un personaje que tuviera parecida capacidad de comunicar con los electores.
Resultado: una tal Sarah Palin.
Ed Harris interpreta con soltura (y gran parecido físico) a John McCain; Woody Harrelson conduce con precisión toda la historia interpretando al estratega Steve Schmidt, ideólogo de la campaña de McCain; y Julianne Moore está magnífica en el papel de esta Sarah Palin que quizás roza en algunos momentos lo caricaturesco, y hasta nos hace olvidar por momentos la imitación que hacía Tina Fey en el programa Saturday Night Live que dió la vuelta al mundo. A pesar de sus dos horas de duración, Game change se devora como un soplo, y hasta resulta (como lo era Recount) perfectamente asequible para un espectador de fuera de los Estados Unidos que no tiene un conocimiento exhaustivo de lo que ocurrió. Al final, nos queda claro que, viendo las posibilidades de John McCain como presidente, y el riesgo de que si era elegido a sus 72 años pudiera sufrir algún percance y dejar como primera presidenta de los Estados Unidos a una palurda, seguramente muchos republicanos tenían más deseos de que ganara Obama que los propios electores demócratas. Aunque también es verdad que durante muchos años tuvieron como presidente a Ronald Reagan. Que para el caso...