Los grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial fueron los que decidieron poner su grano de arena para ayudar a salvar miles de vidas inocentes, como fueron entre otros el caso del español Ángel Sanz-Briz, el alemán Oskar Schindler, el sueco Raoul Gustav Wallenberg o el sacerdote irlandés Hugh O'Flaherty. Por eso, cuando se nos presenta la oportunidad de conocer a otros personajes casi desconocidos que con su actuación cambiaron el rumbo de la Historia, es preciso destacar la circunstancia que ha hecho posible tal suceso. El documental Garbo, el espía (2009) del productor Edmon Roch (El perfume, Siete años en el Tibet), ahora en su debut como director, nos presenta a Juan Pujol García, un personaje clave que se convirtió en espía para contribuir a acabar con la Alemania Nazi. La figura casi anónima de Pujol es reconstruida en la película como si se tratara de un thriller, utilizando entrevistas, material de archivo, noticiarios, películas de ficción y de propaganda, animaciones, elementos y reconstrucciones propias, todo enlazado de forma original y sin utilizar la voz en off, dando como resultado un documental muy interesante que logra que el espectador quiera saber más sobre este misterioso personaje.
Juan Pujol García nació en Barcelona en 1912 y después de desertar en la Guerra Civil, alrededor de 1940, por su profundo odio al Régimen Nazi y con la ayuda de su mujer Araceli González, decidió presentarse en la embajada británica de Madrid para ofrecer sus servicios como espía. Al ser rechazado, probó suerte con el Tercer Reich con la intención de servir como espía doble para los aliados. Los nazis le dieron un cursillo de espionaje durante una semana y después de un intervalo de tiempo, el servicio de inteligencia británico para la seguridad interna del país, el MI5, optó por tenerle en su bando después de haber vigilado sus pasos sin que él lo supiera. A partir de entonces, con una increíble capacidad de inventiva, Pujol se convirtió en uno de los mejores actores de la historia, por lo que los británicos lo bautizaron como Garbo, en clara referencia al papel de la actriz como Mata Hari. Su gran imaginación le ayudó a inventarse a unos veinte subagentes esparcidos por diferentes ciudades, logrando su credibilidad con su buen hacer. Pero siempre será recordado por su actuación en la Operación Overlord con el desembarco de Normandía, el día D. El punto fuerte de su historia es el engaño a Adolf Hitler y a todos sus colaboradores de que la invasión aliada iba a producirse por el Estrecho de Calais y que el desembarco era sólo una estrategia para distraer a las tropas alemanas. Hitler le creyó y siempre pensó que la invasión no iba en serio, pero cuando el Führer se dio cuenta de que la invasión sí era cierta ya fue demasiado tarde. Los alemanes quisieron respuestas concretas de Garbo sobre el motivo de que los aliados no hubieran atacado por Calais y él les respondió que la Batalla de Normandía había tenido tanto éxito que no les había hecho falta otro ataque y misteriosamente le volvieron a creer. Curiosamente, Garbo recibió una condecoración de cada bando: la Cruz de Hierro alemana y la Orden del Imperio Británico.
Edmon Roch ha escrito el guión de la película junto con María Hervera y el director Isaki Lacuesta (recientemente ha estrenado Los condenados), convenciendo en la búsqueda de información que le ha llevado unos cinco años, utilizando muy bien como método de narración las entrevistas que vemos en la película, como el escritor inglés de novelas de espías, Nigel West, que en 1984 decidió buscar a Pujol al no creerse que se le diera por muerto en Angola en 1949, encontrándolo en Venezuela, siendo la parte más emotiva de la historia; a un experto en Garbo como Mark Seaman, Oficial de Inteligencia del MI5; al periodista Xavier Vinader, o hasta una espía como Aline Griffith, conocida en España como la condesa viuda de Romanones. La música que acompaña muy bien a las imágenes es obra de Fernando Velázquez, compositor de la banda sonora de El Orfanato, con la que obtuvo una nominación a los Goya. Y hay que destacar el buen uso del director de imágenes de películas con la intención de situar y entretener al espectador, aunque en la primera parte del film sea un recurso demasiado repetido. Películas como Operación Cicerón (1952), de Joseph L. Mankiewicz, Patton (1970), de Franklin J. Schaffner o Nuestro hombre en La Habana (1959), de Carol Reed, esta última basada en la novela homónima de Graham Greene, de quien se dice que se basó en la figura de Garbo para su historia.
"Un documental bien realizado, con una gran labor de investigación, que provoca en el espectador un sentimiento de misterio y a la vez de emoción ante la historia del personaje de Garbo, el espía que salvó el mundo"
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