Reseña - por Pilar Alonso. Publicada originalmente en www.ciberanika.com
Martínez Roca, 2010
Género: Novela
301 Páginas
PREMIO DE NOVELA HISTÓRICA ALFONSO X EL SABIO 2010
El general Gonzalo Baeza vive retirado en las islas Canarias. Hasta él llega monseñor Alejandro Cazorla, viejo amigo, con un documento lacrado. En él se nombra a Baeza gobernador de la isla de El Hierro para que luche contra la trata de esclavos y proteja a los nativos. Baeza asegura que luchará por los derechos de sus habitantes, pero que jamás regresará a esa isla en la que ocurrieron hechos terribles.
Ante la insistencia de monseñor Cazorla por conocer los sucesos que le impiden aceptar el nombramiento, el general comienza a relatar su historia.
Una historia de amor, conquista, muerte y tragedia ocurrida muchos años atrás, cuando era un joven teniente y segundo al mando de un destacamento cuyo objetivo era instalar un enclave que garantizara la soberanía española en aquellas tierras. Allí será donde Gonzalo Baeza encontrará al amor de su vida, una nativa de nombre Garza.
La operación, al mando del capitán Diego Castaños, pronto desvelará propósitos ocultos y poco loables, propósitos que van a causar estragos en la isla.
* * *Hablar a estas alturas de Alberto Vázquez-Figueroa parece innecesario. Corresponsal de guerra, profesor de submarinismo, activo ecologista, inventor, guionista de cine, incansable viajero, empresario, aventurero y, sobre todo, escritor. A lo largo de su dilatada carrera nos ha regalado novelas de la talla de Tuareg, Ébano, o la serie sobre piratas de León Bocanegra. Muchas de sus obras están ambientadas en las Islas Canarias, archipiélago que ha dado a conocer gracias a su pluma.
Con esta última novela vuelve a mostrarnos un pedazo de la historia de aquellas tierras, de la isla de El Hierro concretamente, el último lugar del mundo conocido por aquel entonces, poco antes de que Colón atravesara el Atlántico y tropezara con América.
Con un estilo llano y sencillo, con expresiones muy parecidas a nuestro castellano de hoy, Vázquez-Figueroa nos narra una historia cargada de sentencias y con evidente carga ecológica: cómo el hombre puede destrozar un paraíso con el simple objeto de enriquecerse.
Entre la rabia y la emoción, Gonzalo Baeza habla de los habitantes de El Hierro, de sus costumbres, de su paisaje volcánico y violento, y mientras le transmite sus recuerdos a Alejandro Cazorla el lector siente como si estuviera allí sentado, mudo, asistiendo a escondidas a una conversación de la que no puede sustraerse, igual que le pasa a Fayna, la mujer que cuida de su casa y que finalmente toma asiento para no perder detalle de la historia.
Porque la realidad es que la narración resulta cautivadora. La relación que establece Gonzalo Baeza con Garza, una nativa, es entrañable, igual que la que se crea con algunos de los hombres a su cargo. Y frente a ellos el enemigo: el capitán Diego Castaños, al que odiamos ya casi desde el primer instante, un sentimiento que no hace sino aumentar a medida que vamos conociendo sus verdaderos propósitos.
Los habitantes de El Hierro viven en armonía con cuanto les rodea, con sus necesidades cubiertas, y no es hasta la llegada del hombre blanco cargado de chucherías cuando su sociedad comienza a tambalearse. Una historia que se repetiría poco después en la conquista de América.
Para no cargar las tintas con la denuncia y la rabia, el autor salpica la narración con algunos toques de humor que relajan la tensión y que consiguen hacernos sentir aún más próximos a sus personajes, hasta el punto de emocionarnos en varias escenas cruciales.
La novela fluye ligera, como un riachuelo, sin mucho fondo pero con el agua cristalina. Fresca, dulce y con cierto sabor metálico que habla de sangre y de tristezas.