Pero de la noche a la mañana todo su mundo se desmorona cuando comienza a salir con Miguel Ángel, un antiguo amigo con el que se reencuentra una noche en un bar. Miguel Ángel es un rockero pasado de moda, es egoísta, cruel, injusto, manipulador, celoso, obsesivo, controlador... Vamos, toda una joyita. Pero parece que Gaby es la única que no ve a Miguel Ángel como realmente es. Para ella es un auténtico ángel, un salvador. Y por eso lo adora y está dispuesta a hacer cualquier cosa por él, incluso irse a vivir a Madrid, aunque eso suponga dejar atrás su familia, sus amigas, su trabajo, su vida y, lo más importante, su propia hija. Gaby está irreconocible. Se deja insultar, humillar, manejar. Consiente todos los caprichos, las obsesiones, las manías, los desplantes de Miguel Ángel. ¿Y todo a cambio de qué? Ni siquiera a cambio de un triste polvo, de una alegría para el cuerpo, porque Miguel Ángel es egoísta hasta en la cama y en el sexo y en el placer, como en todos los ámbitos de la vida, lo único que le gusta es recibir, nunca dar. Por más que las amigas de Gaby e incluso los amigos de Miguel Ángel intenten abrirle los ojos, no lo conseguirán. Pero hay alguien dispuesto a todo con tal de ayudar a Gaby. Es Abolafio Periañez. Acaba de morir, ha subido al cielo, pero allí John Malkovich, o lo que es lo mismo, Dios, le informa de que antes de ir al cielo o al infierno deberá regresar a la tierra para ayudar a Gaby en su tormentosa relación. Ninguno de los dos podrá regresar a su rutina hasta que no logren aprender una lección vital. Así, el lector acompañará a Gaby y al pequeño diablo Abolafio en el camino que emprenden hasta comprender cómo funciona el alma, las motivaciones y el comportamiento tanto de los maltratadores psicológicos como de sus víctimas. Después de este aprendizaje, ni Gaby ni Abolafio volverán a ser los mismos. Me ha gustado mucho el tema que trata Regina Roman en esta novela. Una historia que nos habla de amor, de crueldad, de egoísmo, de maltrato. En definitiva, una historia dura. Pero cómo no podía ser de otra forma, la autora, fiel a su estilo optimista, positivo y alegre, es capaz una vez más de abordar un tema tan duro como este con un gran sentido del humor, que hace que mientras leemos pasemos de la lágrima a la risa casi sin darnos cuenta. Sin embargo, lo que no me ha gustado tanto es la forma de abordar el tema, el estilo de la novela. Como siempre digo, no sé si es culpa del libro o mía, pero aunque he leído la novela en cuatro días y es cierto que me ha entretenido, no ha terminado de convencerme, de seducirme, de fascinarme. No he logrado engancharme al cien por cien. Los personajes no han congeniado conmigo, o yo con ellos. Es cierto que Miguel Ángel me resulta odioso, despreciable, inaguantable, vamos, que le daría unas cuantas bofetadas bien dadas y lo mandaría a freír espárragos y me quedaría tan a gusto. Y Gaby, pues no sé muy bien qué deciros de ella. A ratos me caía bien y a ratos mal. Unas veces me daba muchísima lástima y pena, sentía compasión por ella, y otra en cambio creía que se lo tenía merecido, por no ser capaz de mandar a paseo a semejante maltratador. Pero sé que sobre un tema así no se puede hablar, opinar ni mucho menos juzgar sin haber pasado por eso, sin saber lo que se siente en una situación así, siendo víctima de un constante machaque, siendo anulada, humillada, maltratada psicológicamente, estando en medio de una relación tóxica. Y sobre el tercero en discordia, Abolafio, pues me he sentido bastante identificada con este personaje, ya que yo como lectora, al igual que él, intentaba gritarle y darle un buen meneo a Gaby para que abriese los ojos, para que reaccionase y para que se alejase de Miguel Ángel sin conseguirlo y sin obtener ningún resultado. Algo verdaderamente frustrante que me dejaba a cada página llena de impotencia. Pero, a pesar de todo, creo que la historia, el tema del que trata, contada de otra forma, habría dado mucho más juego y me hubiera resultado más interesante, más atractiva, más plena, más cercana, ya que me ha parecido un poco superficial, ligera. Lo que menos me ha gustado de la novela probablemente sea el final, demasido perfecto y feliz para mi gusto. Y, especialmente, me ha chirriado bastante el deux ex machina, no me ha resultado nada creíble ni verosímil, demasiado cogido con alfileres. Pero bueno, que para gustos están los colores y aunque a mí no me haya entusiasmado esta novela, no significa que no os pueda gustar a vosotros. Y, desde luego, me quedo con la lección bien aprendida para que la próxima vez no me den gato por liebre.
Pero de la noche a la mañana todo su mundo se desmorona cuando comienza a salir con Miguel Ángel, un antiguo amigo con el que se reencuentra una noche en un bar. Miguel Ángel es un rockero pasado de moda, es egoísta, cruel, injusto, manipulador, celoso, obsesivo, controlador... Vamos, toda una joyita. Pero parece que Gaby es la única que no ve a Miguel Ángel como realmente es. Para ella es un auténtico ángel, un salvador. Y por eso lo adora y está dispuesta a hacer cualquier cosa por él, incluso irse a vivir a Madrid, aunque eso suponga dejar atrás su familia, sus amigas, su trabajo, su vida y, lo más importante, su propia hija. Gaby está irreconocible. Se deja insultar, humillar, manejar. Consiente todos los caprichos, las obsesiones, las manías, los desplantes de Miguel Ángel. ¿Y todo a cambio de qué? Ni siquiera a cambio de un triste polvo, de una alegría para el cuerpo, porque Miguel Ángel es egoísta hasta en la cama y en el sexo y en el placer, como en todos los ámbitos de la vida, lo único que le gusta es recibir, nunca dar. Por más que las amigas de Gaby e incluso los amigos de Miguel Ángel intenten abrirle los ojos, no lo conseguirán. Pero hay alguien dispuesto a todo con tal de ayudar a Gaby. Es Abolafio Periañez. Acaba de morir, ha subido al cielo, pero allí John Malkovich, o lo que es lo mismo, Dios, le informa de que antes de ir al cielo o al infierno deberá regresar a la tierra para ayudar a Gaby en su tormentosa relación. Ninguno de los dos podrá regresar a su rutina hasta que no logren aprender una lección vital. Así, el lector acompañará a Gaby y al pequeño diablo Abolafio en el camino que emprenden hasta comprender cómo funciona el alma, las motivaciones y el comportamiento tanto de los maltratadores psicológicos como de sus víctimas. Después de este aprendizaje, ni Gaby ni Abolafio volverán a ser los mismos. Me ha gustado mucho el tema que trata Regina Roman en esta novela. Una historia que nos habla de amor, de crueldad, de egoísmo, de maltrato. En definitiva, una historia dura. Pero cómo no podía ser de otra forma, la autora, fiel a su estilo optimista, positivo y alegre, es capaz una vez más de abordar un tema tan duro como este con un gran sentido del humor, que hace que mientras leemos pasemos de la lágrima a la risa casi sin darnos cuenta. Sin embargo, lo que no me ha gustado tanto es la forma de abordar el tema, el estilo de la novela. Como siempre digo, no sé si es culpa del libro o mía, pero aunque he leído la novela en cuatro días y es cierto que me ha entretenido, no ha terminado de convencerme, de seducirme, de fascinarme. No he logrado engancharme al cien por cien. Los personajes no han congeniado conmigo, o yo con ellos. Es cierto que Miguel Ángel me resulta odioso, despreciable, inaguantable, vamos, que le daría unas cuantas bofetadas bien dadas y lo mandaría a freír espárragos y me quedaría tan a gusto. Y Gaby, pues no sé muy bien qué deciros de ella. A ratos me caía bien y a ratos mal. Unas veces me daba muchísima lástima y pena, sentía compasión por ella, y otra en cambio creía que se lo tenía merecido, por no ser capaz de mandar a paseo a semejante maltratador. Pero sé que sobre un tema así no se puede hablar, opinar ni mucho menos juzgar sin haber pasado por eso, sin saber lo que se siente en una situación así, siendo víctima de un constante machaque, siendo anulada, humillada, maltratada psicológicamente, estando en medio de una relación tóxica. Y sobre el tercero en discordia, Abolafio, pues me he sentido bastante identificada con este personaje, ya que yo como lectora, al igual que él, intentaba gritarle y darle un buen meneo a Gaby para que abriese los ojos, para que reaccionase y para que se alejase de Miguel Ángel sin conseguirlo y sin obtener ningún resultado. Algo verdaderamente frustrante que me dejaba a cada página llena de impotencia. Pero, a pesar de todo, creo que la historia, el tema del que trata, contada de otra forma, habría dado mucho más juego y me hubiera resultado más interesante, más atractiva, más plena, más cercana, ya que me ha parecido un poco superficial, ligera. Lo que menos me ha gustado de la novela probablemente sea el final, demasido perfecto y feliz para mi gusto. Y, especialmente, me ha chirriado bastante el deux ex machina, no me ha resultado nada creíble ni verosímil, demasiado cogido con alfileres. Pero bueno, que para gustos están los colores y aunque a mí no me haya entusiasmado esta novela, no significa que no os pueda gustar a vosotros. Y, desde luego, me quedo con la lección bien aprendida para que la próxima vez no me den gato por liebre.